miércoles, 29 de abril de 2015

Los celos: ¿Un mal necesario o expresión amorosa?


Por Guillermo Cárdenas Guzmán*

Aunque muchas parejas modernas los consideran como una expresión del deseo o interés hacia la persona amada, expertos en el estudio de la conducta humana señalan que los celos revelan sentimientos de temor, inseguridad y baja autoestima, sobre todo cuando son infundados. Además, advierten que cuando se vuelven obsesivos pueden no sólo arruinar la convivencia, sino detonar graves conflictos..

Los celos son una expresión de carácter universal que, con diferentes matices e intensidad, han experimentado los seres humanos durante todas las épocas, generando situaciones conflictivas como malos entendidos, reproches, acusaciones mutuas, separaciones e inclusive, en casos extremos patológicos, crímenes pasionales como el que narra William Shakespeare en su tragedia Otelo. Así, las escenas de disputa por suspicacias amorosas, donde un individuo increpa a su pareja en tono airado y con el rostro descompuesto hasta por los menores detalles referentes a su conducta o atuendo, no son sólo el producto de la imaginación desbordada de escritores, compositores, guionistas de cine o televisión, sino que forman parte de la vida cotidiana.

El hombre o la mujer celosos alimentan sus sospechas en toda clase de circunstancias. Cuando el otro recibe una llamada telefónica inesperada, se busca en su directorio para encontrar “la evidencia” de sus deslices. Si sugiere utilizar el condón en las relaciones sexuales, se interpreta como señal inequívoca de infidelidad y el día que llega tarde del trabajo, estalla en casa una disputa fenomenal: ¡Ni te creas que te dejaré ir sola a la fiesta! ¡No me digas que a estas horas todavía estabas en la oficina! ¿Por qué ese tipo no te quita la vista de encima, es que acaso tienes algo que ver con él? ¡Tú tienes la culpa por tu forma de vestir tan provocativa! ¿Es que acaso ya no te intereso?, son frases que bien pueden ilustrar semejantes situaciones. Y aunque la manifestación de los celos no se limita sólo a las cuestiones de pareja (pues también son comunes, en otro sentido, entre hermanos, amigos, colegas o compañeros de trabajo), es precisamente dentro de la relación amorosa entre sujetos adultos donde encuentran el terreno abonado para su expresión más intrincada. Pero ¿Cuáles son las raíces de este sentimiento? ¿Por qué tan común debe verse como un mal necesario dentro de toda relación amorosa, tolerable bajo determinadas circunstancias o por el contrario, como una fuente de conflictos que es preciso eliminar? ¿En qué forma puede afectar la armonía en la pareja? ¿Es posible superarlo?.

JUSTIFICADOS O INJUSTIFICADOS LA GRAN DIFERENCIA

Para aclarar estas interrogantes, es preciso establecer una definición puntual de los celos. De acuerdo con la Enciclopedia de la Psicología (Ediciones Océano, tomo IV), se trata de un sentimiento cuyo principio organizador es el resentimiento provocado porque la persona amada demuestra afección que por una tercera, lo que genera con frecuencia actitudes de rivalidad, es decir, intentos para igualar o superar a quien provoca esta situación; motivadas por el miedo a perder el afecto o respeto del ser querido. Además, nos comenta la Lic. Teresa González Alcocer, psicoterapeuta: “Existen dos clases de celos, los justificados y los injustificados, dependiendo de que sus motivos sean reales o no. En el segundo caso pueden ser generados por sensaciones de inseguridad personal, cuando el individuo no se siente confiado, ni capaz de ser amado, o por experiencias anteriores negativas en la relación de pareja.” Por su parte, el sexólogo Gilbert Tordjman (en su obra La pareja, realidades, problemas y perspectivas de la vida en común, Editorial Grijalbo) apunta: “Los celos se resumen en un temor, fundado o no, a que aquel ser que satisface nuestras necesidades pueda abandonarnos en beneficio de otro compañero o incluso de otra actividad…” El celoso es como todo apasionado, rechaza el tiempo. Lo que le importa sobre todo en el presente, es tener la certeza de poseer al ser amado en su totalidad. Para ello no hay artimañas, ni seguimientos ni compromisos a los cuales no se lance. Busca manchas de esperma en la ropa interior, registra los bolsos, se inmiscuye en las agendas y los números de teléfono, [Te pide la contraseña del correo electrónico personal, la contraseña de facebook] escruta, al regresar del trabajo, las sábanas y almohadas de la alcoba.
Empero cabe señalar, que esta forma de actuar, lejos de mejorar los vínculos afectivos con la pareja, solo contribuye a crear un ambiente de angustia, tensión e incertidumbre, erigiendo una muralla de incomprensión capaz de arruinar hasta la mejor relación humana. Y cuando el desasosiego producido por los celos se vuelve persistente, puede generar inestabilidad emocional en ambos miembros, obstaculizando su desarrollo personal e impidiendo su bienestar mutuo. Por ello, es indiscutible aprender a controlarlos.

UN ORIGEN LIGADO A LA IDEA DE POSESION MATERIAL

Al reflexionar sobre el origen de los celos, la psicoterapeuta María Teresa González considera que, “en el contexto de nuestra sociedad capitalista, están muy ligados a la idea de pertenencia, porque muchas veces se asocia la propiedad privada de las cosas, lo material, con la posesión del individuo. No obstante –admite-, en su aparición influye más en la precepción del sujeto acerca de lo que va a dejar de obtener si el otro lo abandona, es decir, el miedo a la pérdida de los beneficios que da una relación. Hay una divergencia entre las que describen a los celos como una una conducta heredada, y quienes dicen que son adquiridos. Yo creo que tienen que ver ambas cuestiones, tanto esa condición biológica de apropiarnos de los bienes que nos dan satisfacción, como los comportamientos y las tradiciones culturales que nos han hecho ver a las personas como propiedad”, apunta también la especialista en desarrollo humano.

En nuestro medio estas conductas celosas, la mayoría de las veces detonadas por arranques emocionales o falsas deducciones antes que por evidencias razonables (aunque, como se ha dicho, pueden perseguir un legítimo afán de defender el cariño del ser amado) a menudo también son adoptadas deliberadamente por algunas personas que intentan refrendar una autoconfianza de la que carecen. En este sentido, no es raro encontrarse con quienes llegan al extremo de intentan “justificar” lo injustificable, alegando validez de despertar celos de manera intencional en su pareja, coqueteando con un tercero en discordia (práctica muy común sobre todo entre adolescentes) con el cuestionable fin de ponderar la intensidad de las expresiones amorosas de aquella. Al respecto, la Lic. González Alcocer señala: “Yo creo que el verdadero amor no tiene que estarse probando en esa forma y cuando alguien lo hace es porque se siente inseguro. Es muy diferente mostrarse interesado en saber que realiza la pareja, con quien se relaciona y por qué,  a ejercer una vigilancia constante sobre ella…” Esta clase de situaciones ya resultan enfermizas, y ameritan apoyo psicológico, pues los celos que no son fundados siempre van a generar problemas, y en la medida en que se manifiesten en grado más profundo, serán más patológicos.

LOS CASOS PATOLOGICOS EXTREMOS Y LA CELOPATIA

El investigador Gilbert Tordjman, en el libro antes referido, también hace una distinción semejante entre los celos fundados (que por ello serían comprensibles) y los patológicos, pues según él los primeros admiten ser puestos a discusión, mientras los segundos no. Coincide con estas opiniones, la psicologa especialista en terapia familiar Rosa María Arizmendi Echeverría, afirma que, en definitivo: “Si hay una dosis mínima de celos que no conlleva riesgos para una relación, pues si se quiere a alguien, resulta lógico que se le demuestre y se pretenda estar cerca de él o de ella. El conflicto aparece cuando los mismos se vuelven obsesivos o se utilizan para manipular”, Aparte, explica: “En casos extremos patológicos llegar a presentarse la denominada celopatía, que consiste en la manifestación obsesiva y exagerada de los celos: “Esta se da con mucha frecuencia en pacientes psicóticos, neuróticos y alcohólicos, quienes pretenden ejercer un control casi absoluto sobre su pareja. Ahora bien, ¿Es posible modificar la visión suspicaz del celoso obsesivo, de manera que asuma plena conciencia sobre su forma de actuar y logre evitar – o en su caso, revertir- esas circunstancias que le impiden ser feliz?”


RECONOCER Y ANALIZAR EL PROBLEMA, LA CLAVE PARA SUPERARLO.

Al abordar el tema, el sexólogo Tordjman apunta que: “El tratamiento debiera tender a restablecer en la pareja el respeto por la libertad del compañero y su corolario: La negativa a asumir el papel de objeto. En el mismo sentido, María Teresa González estima que si la relación de pareja es adecuada, existe comunicación mutua y los miembros de la misma se muestran honestos, dispuestos siempre a aclarar sus diferencias, no tiene por que haber celos patológicos. Todo radica en la salud emocional y psicológica de cada integrante. Sin embargo, otorgar mayor libertad no significa que los integrantes de la pareja deban renunciar a su privacidad personal, comunicándose todo, pues a veces esto puede resultar contraproducente, por ejemplo, si una mujer, por razones de trabajo tiene que salir muy seguido a comer con varones o ha tenido encuentros amorosos previos a su matrimonio, y decide confiarlo con lujo de detalles a su marido, lo más probable es que él no lo tome favorablemente…en semejantes condiciones, más que por una ausencia de comunicación, el conflicto podría darse por una falta de comprensión y respeto. Y es que los seres humanos requerimos ciertos espacios físicos y emocionales para sentirnos a gusto, los cuales no tenemos obligación de compartir con otros, así se trate del ser amado.
Por estas razones, puede concluirse que no es viable (ni tampoco sería sano) erradicar por completo los celos, pues forman parte de los avatares de la relación amorosa. Solo cuando los mismos excedan el límite de las expresiones cotidianas de interés y en se conviertan en arma para herir los sentimientos o chantajear al otro, deben calificarse como anormales. De cualquier modo siempre es conveniente revisar en qué nivel se ubican, para que cuando interfieran la estabilidad y armonía de los involucrados, uno o los dos integrantes de la pareja se sometan a una terapia de apoyo.


*Periodista y colaborador de revistas: Familia Saludable y Muy Interesante. En el año 2000 fue el primer lugar en el concurso de reportaje convocado por los Laboratorios Roche-Syntex.

Fuente: Revista Desnudarte, de la Dra. Anabel Ochoa

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