Por: Dra. Anabel Ochoa
Tubérculo comestible, cotidiano
en la cocina. Rico en almidón y vitaminas, y además con poder afrodisíaco. En realidad
“papa” es el nombre que le dieron los quechuas en Perú, de cuya cordillera
andina es oriunda originariamente. A España la introdujeron los monjes carmelitas
tras el descubrimiento de América, en un principio como forraje animal. Es histórico
el rechazo que causó como alimento humano en toda la población europea que se
negaba a comerla por miedo a que fuera venenosa, hasta el punto de que el rey
francés Luís XVI se ponía una flor de papa en el ojal de su casaca para tratar
de promocionarla, sabedor como era de aquello que podría solucionar la terrible
hambruna que padecía en ese momento el viejo continente, el propio Jardín de Versalles
contó con un sembradío de papa vigilado día y noche por la guardia real, de
modo que los ladronzuelos comenzaron a robarlas y a comérselas al considerarlas
un tesoro valioso, hecho que provocó el fin de los resquemores y su consumo
masivo en toda Europa. Gracias a ello existen hoy en día como la tortilla de
patatas española. Lo único que hay de cierto en toda la leyenda venenosa de la
papa es que, efectivamente, cuando le nacen brotes no se debe de comer porque
entonces desarrolla una sustancia tóxica ques es la solanina (alcaloide
venenoso), palabra que le da su nombre en latín
a la patata (Solanum tuberosum). Pertenece a la familia de las
solanáceas junto con el chile y los demás pimientos, el tabaco, la berenjena,
el jitomate y el toloache, casi todos ellos afrodisíacos.
Fuente: Revista Desnudarse, de la Dra. Anabel Ochoa.
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