Por: Dra. Anabel Ochoa
El
presente oferta nuevas actuaciones de los vínculos entre personas que se
protegen mutuamente bajo un mismo techo. Nos venden la familia como una buena
para todo. Y puede que lo sea, pero puede no serlo ¡ojo! Bajo esta palabra
dulzona se amparan también mil y un atrocidades escondidas en silencio bajo un
techo que todo lo tapa. Aquí se desarrolla lo mejor y lo peor del sexo sin
discernir nada. Queremos algo más, de verdad y sin cuentos. Llegó el tiempo de
airear y revisar los tópicos. No se vale hablar de valores cuando son
contravalores maquillados en un lema ciego. No sirven. Mejor quitar la venda, y
luego hablamos. Si queremos crecer, no queda más remedio.
La
preservación de la sexualidad del cachorro humano, el renunciar como un ente
calenturiento y cuidarlo, debería de ser de los valores más sagrados del grupo
llamado familia, para diferenciarse de cualquier otra bestia que no distingue
entre lo propio y lo ajeno.
¿Qué es la familia?
El
concepto es romano. La palabra “familia” deriva de fámulo criado. En la Roma
Clásica la “familia” era un grupo que convivía en la misma casa, incluidos los
sirvientes (criados) que precisamente se criaban al calor y protección de ese
techo. Pero las llamadas “familias” tienen y han tenido formas muy variopintas
a lo largo del tiempo y en distintas culturas. En general se trata del grupo de
sangre y allegados que comparten el sustento y refugio, que se amparan
mutuamente frente a lo externo, y que tienen diferentes éticas internas que
cambian la definición de lo bueno y lo malo.
En la
tribu primitiva, “familia” era lo mismo que comunidad social, pertenencia
múltiple, no de pareja sino más amplia, compromiso de clan o raza; los hijos
podían ser libres, violados, casados desde niños o compartidos. Actualmente la
“familia” tiene aún muchas formas. Para muchos musulmanes sus cuatro esposas,
decenas de concubinas y los descendientes habidos con todas ellas son su
“familia”.
En
Indonesia, los recién casados se hacen cargo de los suegros ancianos y los
mantienen viviendo en “familia”. En India la pareja más joven que se casa
sustenta a los padres de él, nunca a los padres de ella, razón por la cual saben si paren una hija están perdidos al
envejecer como “familia”. Lo mismo los esquimales que además llegan a ofrecer a
la propia esposa al visitante como signo apreciado de hospitalidad. Las niñas
en Tailandia aprenden a manejar sus músculos vaginales desde chiquitas para ser
buenas amantes y la cama forma parte de los principios educativos básicos. Los
gitanos exigen la sábana manchada a la desposada. Los judíos obligan a desposar
a la viuda del hermano sin remedio. Y así sucesivamente bajo todas las formas y
códigos morales que imaginemos.
La familia que conocemos como tal
En el
llamado mundo de Occidente, la revolución industrial de principios del S. XX
acabó con la gran “familia” de varias generaciones que convivían en una misma
casa. De pronto el obrero de una fábrica contaba con un sueldo, se acabaron los
negocios familiares, era un asalariado y tuvo que inventar la llamada “familia
nuclear”: el hombre, su esposa y sus hijos, y nada más. Ya no hay lugar para
los abuelos improductivos en pequeños departamentos que emulan colmenas
humanas. Progresivamente esta célula nuclear controla el número de hijos, tiene
menos porque no caben y no alcanza. Además, la mujer dotada de anticonceptivos
deja de ser una hembra pasiva y paridora y se incorpora al mundo productivo en
vez de atizar los fogones y dedicarse a la crianza. Esto último es lo más
reciente que heredamos bajo el nombre de “familia”.
Pero no
todo ocurre en distintos espacios planetarios al mismo tiempo. La España de
Franco, todavía en los 70s, premiaba económicamente a la familia numerosa hasta
morir de parto las concursantes en el intento de superar los diez hijos y ganar
el premio. Ahora la “madre patria”, es el país con menos nacimientos del mundo
y donde nadie quiere verse reproducido, se encontraría prácticamente en
“crecimiento cero” hasta límites vertiginosos si no fuera por el flujo de
inmigrantes. La China del presente castiga tener más de un hijo, como si fuera
delito. En la India las feministas llegan a prohibir el ultrasonido que adivina
el sexo del feto en el embarazo, porque si es niña la eliminan. Y esto son
solamente pequeños ejemplos de la diversidad de opciones frente al asunto.
Parece que en el mundo hay de todo y para todo, y los llamados “valores” se
contradicen según cómo, cuándo y dónde.
Sin duda
las tribus humanas, sean cual cuales sean en sus creencias o en el tiempo,
siempre han celebrado éticas para ser eficaces en su medio. En unas exigía la
virginidad porque no existían anticonceptivos, y por tanto la relación
extramatrimonial era lo mismo que traer un hijo de otro y heredar las tierras
del vecino con un bastardo escondido. En otras se compraban mujeres, niñas
incluso, porque las hembras sexuales resultaban débiles al ser permanentemente
preñadas, igualando reproducción y sexo. Y todo ello era lógico, adoptado al
mundo en que vivían. La abuela enseñó a la madre, la madre a ti y tú a tus
hijos porque todo era lo mismo y nada mutaba.
Pero todo
cambió de pronto, radicalmente a partir del descubrimiento de los
anticonceptivos. La mujer dejó de ser un horno preñable por sistema, para
inaugurar una sexualidad que distingue entre reproducción y placer, todo un
susto para los viejos sistemas porque nunca antes la humanidad había conocido
algo así, de una manera tan clara y definitiva. Sin duda, era necesario cambiar
las éticas, las morales del bien común y adaptarse a los tiempos, revisando
conveniencias de la comunidad, bien y mal para vivir, tabúes y preceptos. Pero
no fue tan eficaz, al menos no fue tan rápido como la vida misma en la que
ocurrían otras cosas. Anclados en un pasado obsoleto que hablaba de mundos que
ya no eran éste, los humanos seguimos leyendo apolillados libros para saber
conducirnos como si nada hubiera cambiado. Y claro, sin duda surge el malestar
de la cultura, la incomodidad de los sujetos, la injusticia de la norma que no
se ajusta, lo obsoleto de los códigos y la necesidad de revisar cuanto antes
las enseñanzas que regulaban una realidad que cambió sin remedio.
La Familia ideal
Dejando
de lado otras culturas, en la nuestra persiste un sueño familiar como una
especie de paraíso perfecto del que provenimos y merecemos. Aunque la realidad sea
otra. Reclamamos socialmente este parámetro idóneo y onírico en lo personal, en
lo social y en lo político. En el fondo eta perfección familiar es una utopía,
una imposible perfección teórica que no se da, pero que se maneja
cotidianamente como si existiera en verdad lo funcional. A la hora de los
hechos, resulta finalmente todos somos disfuncionales y acabamos relatando un
pasado personal en el que algo falló frente a la postal familiar peliculera.
¿Cuál es
la familia ideal que nadie tiene al cien por ciento? Te invito a que la
dibujemos aunque resulte fantástica, soñemos un rato con el mito. Aquí el
cachorro nacido de hombres y mujeres estará protegido frente al mundo exterior
por largo tiempo, mucho en verdad si tenemos en cuenta que nuestra especie tarda
nada más y nada menos que dieciocho años en ser legalmente independiente, que
no es como el pajarillo que se abandona en cuando sabe volar. El humano, a
diferencia de otras especies, es el más inmaduro a la hora de nacer, pero el
que más progresa –o se deteriora, ¡Ojo!—en esos años de contacto y aprendizaje
con el mundo exterior. Esta familia utópica de una clase media que nos venden
tiene un rasgo característico a diferencia de otras, y resulta encantador: es
generosa en sus aportaciones, parece darlo todo a cambio de nada, es decir que
provee al hijo de herramientas que no redundan en beneficio material inmediato
para los padres sino que, al contrario, todo el esfuerzo parece encaminado a
que aprenda a vivir sin ellos. Es un gasto, siempre. Por eso esa familia ideal
aportaría al menos lo siguiente:
·
Alimento
sano, nutritivo, delicioso, variado, rico, educado y regulado a sus horas,
rechazando el capricho que no nutre. Siempre comerías frutas y verduras.
·
Educación
generosa, en la escuela largos años, más de veinte incluso, renunciando al
chiquillo como mano de obra para la familia, formándolo de modo que sea eficaz
para sí mismo en un futuro, en vez de serlo para los ancestros.
·
Techo,
refugio seguro y eterno frente a la intemperie del mundo externo: la casa
familiar de la cual irte y regresar siempre si algo falla.
·
Identidad
con dos apellidos, garantía de no ser casual ni bastardo.
·
Historia,
origen, referencia y pasado para saber quién eres, de dónde vienes, aportando
símbolos de lo universal, lo biológico, lo patrio, la raza, el clan, y el
vecindario.
·
Herencia
material prometiendo un patrimonio cuando te falten los proveedores, tengas la
edad que tengas. Un seguro de vida frente al fracaso de lo propio en el intento
de ser autosuficiente.
·
Herencia
genética, sobrevalorando los rasgos de la familia siempre como positivos
(valor, audacia, fuerza, inteligencia, resistencia, honestidad, etc.), obviando
las debilidades físicas y psicológicas del grupo que se repiten generación tras
generación.
·
Apoyo
emocional. Ser eternamente comprendido aunque falles, digan lo que digan otros,
ser importante para ellos, único. Siempre te quieren, siempre te querrán si
precio, aunque amantes y amigos estén pidiendo algo a cambio de tu persona.
Aquí es gratis y garantizado.
·
Seguridad
física y psíquica basada en los otros dones (casa y apoyo). Pero también en la
enfermedad, a modo de seguro como tisana frente al pánico a la muerte. Aun
siendo tarado, inútil, aunque los demás fallen porque no eres capacitado,
siempre están ellos.
·
Amor como
ejemplo en la propia pareja de los padres unidos eternamente pase lo que pase,
en la prosperidad y lo adverso, en la alegría y la tristeza.
La familia sexual ideal
Continuando
con el sueño de lo que debería ser y no es, la familia perfecta pretendida te
estaría aportando a estos niveles, cuando menos…
·
Educación
sexual clara y honesta desde el principio, sabiendo si eres hombre o mujer,
alegremente, sin taras estúpidas de roles y género, comprendido, incluso si
eres gay minoritario o diverso, informado de resortes del placer de tu mente y
de tu cuerpo, de proceso, de prevención de enfermedades y embarazos, para
manejarte algún día por ti mismo, sin sucumbir en el intento.
·
Castidad
sexual garantizada en el grupo familiar durante la infancia, preservando el
tesoro erótico para su futuro autóctono: no abuso, no incesto, respeto hormonal
desinteresado para que luego ejerzas tu sexualidad, afuera, sin presiones,
nunca dentro.
La
familia perversa
No todos
los hogares son garantía de cobijo. No todos los techos se florecen libremente
para emigrar afuera completos. A veces, muchas –demasiado me temo—se sale roto
y dañado. Hay hermanos que se matan por la herencia, mujeres que son viudas a
propósito, hombres que las golpean hasta reventarla, calladas sometidas que
nunca se redimen, puñaladas y traiciones que la sangre común no impide, celos
enfermizos. Hay niños abandonados en la calle desde la tierna infancia. Hay
mujeres prostituidas por el padre, la pareja y hasta el hermano, padrotes de su
familia. Incluso en el mejor de los casos hay cuernos, mentiras y engaño como
rutina. No se trata de rasgarnos las vestiduras sino de, simplemente, que la
palabra “familia” no ampare un tópico Cuando lo es de verdad, no hay nada mejor
en este mundo.
Sin duda
no existen los modelos teóricos perfectos. Ni se da la familia ideal, ni todos
somos tan espantosa y absolutamente fracasados en el intento Digamos que
vivimos a medias entre uno y otro polo. Pero las cifras de lo que sucede
deberían de suponer una alerta, una obligación de intervenir para conciliar la
realidad con el sueño, en vez de taparnos los ojos y seguir repitiendo palabras
típicas como estúpidos ciegos de sí mismos. Plantemos cara al asunto: Frente a
esa familia ideal de la que hablamos todo el tiempo, lo que pasa ahora mismo
entre nosotros es bien distinto. Por ejemplo sucede que tenemos…
· Alimento pervertido: Enfermos de bulimia
por comer en exceso consolando las carencias afectivas, anoréxicas para ser más
flacas como el prototipo de belleza prometido para ser amada, diabéticos por
exceso de azúcar, con corazones fracasados por la grasa, alienados por el maíz
transgénico de las tortillas, envenenados por la leche radioactiva, dementes
por las “vacas locas”
· Educación.
Analfabetas funcionales (40 por ciento de los letrados) que leen y no
entienden nada, que no sacan conclusiones vitales útiles para sí mismos aunque
hayan estudiado, porque la realidad miserable no dio tiempo a procesar las
cosas y presiona todo el rato, “licenciados chatarra” de carreras que no sirven
para nada, o artistas insatisfechos de su vocación abortada que en vez de
atenderla, obedecieron la indicación familiar de ser administrador de empresas
porque era rentable.
· Techo. Casa paterna
hipotecada por el banco, incautada por el fisco, asegurada por la policía,
vendida por necesidad o conveniencia, mal repartida entre hermanos avaros, mal
vendida por necesidad inminente, sin registro a falta de papeles, mansión usurpada
a los vecinos por el bienestar propio robando al otro, desalojada por estar en
zona de riesgo, inestabilidad de paracaidista, reconvertida en área ecológica o
tumbada por la ceniza del Popo.
·
Identidad. Apellido materno si
hay suerte, y la historia de un padre siempre ausente a cambio.
·
Divorcio: Uno de cada cuatro
hogares mexicanos está regido por cabeza femenina. El teórico “paterfamilias”
es polígamo y abandonador del núcleo familiar, ausente y rara vez responsable del
sustento de su pasado. Las parejas se forman sin la honestidad de objetivos
comunes, sin pretender ser cómplices ni amigos, confundidas y engañadas por
cuerpos y chequeras que estallan de infelicidad en el tiempo.
· Violencia
intrafamiliar.
El cincuenta
por ciento de los hogares son víctimas de la violencia en casa: física con
resultados hasta mortales, o psíquica con destrucción de la autoestima hasta el
suicidio. Se ejerce contra la esposa sobre todo, pero también sobre los hijos que
quedan dolorosamente marcados y casi siempre repetirán el patrón destructivo al
formar su propia familia.
· Abandono de hijos. Hay ya 30, 000
niños de la calle censados en el D F , desde los tres a los 17 años Sin
comentarios.
· Abandono escolar. Es habitual en medios
marginados donde el hijo es una mano de obra necesaria para que sobreviva la
familia y no se pueden permitir el lujo de tener una boca que alimentar sin que
produzca nada.
· Drogas. Para escapar de una
realidad insoportable, consuelo por minutos con una sustancia dura que, aunque
mate, resulta menos sentenciosa que un destino a todas luces siniestro durante mucho
más rato antes de morirte finalmente de cualquier otra cosa.
La
familia sexual perversa
Bajo el
mismo techo también se cuece la perfidia, aprovechando lo cercano para nuestra
parte oscura irresoluta Por desgracia, no se trata de historias negras,
morbosas y policíacas. Es cotidiano el fracaso en este nivel. Tal vez la
preservación de la sexualidad del cachorro humano, el renunciar a verlo como un
ente calenturiento y cuidarlo, debería de ser de los valores más sagrados del grupo
para diferenciarse de cualquier otra bestia que no distingue la familia entre
lo propio y lo ajeno. Pero no es así, y mejor saberlo para decidir qué hacemos
y de qué estamos hablando. La realidad es muy otra, veamos:
· Abuso sexual en familia. El quince por
ciento de las niñas y el diez por ciento de los varones son abusados sexualmente
en familia, rara vez por extraños. No nos engañemos porque estadísticamente el
delito ocurre en este orden de protagonistas: padrastro, padre, abuelo, tío,
primo, cuñado y allegados a la casa que tienen acceso y confianza del menor.
· Fracaso sexual como hombre porque aprendiste
la prepotencia y el abuso, el abandono, el desprecio por la hembra frente al
macho, la eyaculación precoz, ciego de egocentrismo, el drama de la impotencia
confundida con la hombría, la obligación de ser fuerte y proveedor, de ser rico
para que te quieran, de no poder llorar jamás en un hombro comprensivo a cambio
del poder machista dado.
· Fracaso sexual como mujer porque te negaste
el placer para ser digna, confundiendo el dolor con la virtud, el sacrificio
con la felicidad que merecías, sin saber de tu cuerpo nada y advertida de que
ellos “quieren lo que quieren” y siempre sales perdiendo. Jamás hay ganancia
Llamándote “dejada” si no hay marido, “ofrecida” si tomas la iniciativa,
diciendo “fracasé” si te embarazas, o “me alivié” si hay parto. Eso sí,
eternamente “vieja” aunque tengas quince años.
· Fracaso sexual como hijas e hijos asustados
por la desinformación, creyéndote merecedor de quedarte ciego o con pelos en la
mano por tocarte cuando clama la hormona. Analfabetas de los anticonceptivos,
con embarazos no deseados, abandonando hijos, negándolos, abortando y muriendo
en el intento, sufriendo a solas, enfermos de promiscuidad absurda, enfermos terminales
de calentura por no proteger el sexo, de Sida, cáncer cérvico-uterino por el
papiloma humano. Desechados por ser homosexuales como si fuera voluntad propia
y culpa o vicio en vez de la naturaleza que a nadie pide permiso.
Las
nuevas familias
Por mucho
que invoquemos la palabra “familia” como un invento único, la historia nos
demuestra que este nombre genérico ha servido para muy diversas cosas a lo
largo del espacio y el tiempo. Por ello sin demasiado error lingüístico se
habla ahora de “nuevas familias”, que en realidad siempre lo fueron respecto a
un pasado. Aquel grupo nuclear postindustrial que podría ser delictivo frente a
la gran familia de varias generaciones, se ve ahora igualmente penetrado por
otras formas impensadas de convivencia que habremos de observar tranquilos,
sensatos y sin miedo a que se nos caiga nada. Lo que tienes en verdad como afectivo
no puede sufrir amenaza alguna; lo que no tienes, eso sí se tambalea con las
innovaciones, y hasta es lo mejor que te pueda pasar frente a la falsedad de lo
que aparentabas sin ser cierto. El presente ofrece nuevas actuaciones de los
vínculos entre personas que se protegen mutuamente bajo un mismo techo. A saber, y sobre todo a pensar…
Parejas gay
de dos hombres o dos mujeres que pactan una vida en común, bajo un lema interno
amoroso, pero socialmente bajo un lema de cooperación económica y funcional,
que reclama como cualquier ciudadano: derechos de herencia, de impuestos como
pareja, de vacaciones familiares, de asociados en diversos fines que son
reconocidos a la pareja hombre-mujer, de adopción incluso, de enfermedad y
visita en un hospital si la pareja se enferma, etc , etc. Grupos de amigos(as)
que conviven solidariamente bajo un techo con una economía común, sin ser
pareja sexual ni reproductiva, pero que se alían para hacer un frente solidario
ante la economía, la protección mutua y los rendimientos sociales. Seres
clonados, otros producidos en laboratorio en vez de en la cama, alteraciones genéticas
del futuro para las que no hemos desarrollado una ética que urge, cuanto antes,
con la mente abierta y sin prejuicios oscurantistas, porque humano será todo lo
que desarrolle un hombre. Estarían también las personas adoptadas en las que lo
funcional decide el futuro más allá de lo biológico que fracasó en ellos. Y de ahí
en adelante la mente preparada para mil y una cosas más que la familia surgen
cada día y que ignoramos en la mente cuadriculada de ese concepto en progreso
llamado “familia”
El futuro
sexual de la familia
La
sexualidad parece ser el único juguete adulto, y por ello secreto, y por lo
mismo oculto y disfrazado de sufrimiento cínico al formar familias. La pareja
de amantes que goza locamente en la cama, niega el placer como confesión cuando
tiene hijos. Y les cuenta otra historia. Les habla del amor cambiando
oportunamente de tema, del dolor del parto, de los mil y un peligros de entregar
el cuerpo bajo la pasión. Lo hacen casi en un ejercicio de amnesia respecto a
lo que ellos mismos fueron, como si hubieran nacido frígidos y viejos desde el
principio. Frente al cachorro todo es cuidado. Pero en vez del recurso
educativo ocultan, y la mentira cínica supera lo pedagógico. Como si no
supieran, como si no pudieran. Curiosamente no hacen lo mismo con otras cosas de
la crianza; logran —más o menos— ser cabales y que pienses al respecto. Aunque,
si recordamos en serio, para aprender a dormir no había mejor explicación que
el coco, el hombre del saco, o el diablo blanco que “te come la patita”. La
amenaza en definitiva. La solución del dictador tonto cuando carece de
argumentos para convencerte de algo. Tienen un miedo irracional a informar a
los hijos respecto a la sexualidad, con la fantasía ignorante de que: si les
dan las pistas del placer, se convertirán en una especie de monstruos
promiscuos e incontrolados que fornicarán sin control alguno. Nada más lejos de
la realidad, y a las cifras me remito. La última investigación mundial de ONUSIDA
es determinante: las culturas que imparten educación sexual desde la infancia,
inician sus relaciones sexuales más tarde, no antes. Por tanto, la precocidad ignorante,
la promiscuidad animal calenturienta, es producto de la ignorancia sexual, no
de la cultura que lejos de ser un peligro calma y adiestra los instintos para
encaminarlos a un fin sin prisa, dueños de los acontecimientos que nos suceden
en vez de víctimas de una pasión hormonal que el cerebro no procesa. Mejor
aprendemos la lección y nos aplicamos el cuento, sin más disculpas, sin más
pretextos miedosos de silenciar, hasta ahora no nos han conducido a nada, salvo
al desastre en nuestro proyecto humano.
Fuente:
Libro: "El Universo de la sexualidad"
Auor: Dra. Anabel Ochoa
Libro: "El Universo de la sexualidad"
Auor: Dra. Anabel Ochoa