De los casos de la Dra. Anabel Ochoa.
Eduardo 32
años, abogado, Monterrey, NL.
Estoy en
problemas doctora. En las noches acostumbro quedarme al computador resolviendo
muchos temas de trabajo que traigo a la casa para no demorar más en la oficina
y poder estar más tiempo con mi esposa. Pero finalmente ella se duerme y me
quedo solo. En internet la tentación sexual, aunque solo sea por curiosidad, es grande. Sin poderlo
remediar entré a unas páginas pornográficas ¡Qué bárbaras!. En realidad no era
la primera vez, ya tenía tiempo haciéndolo entre texto y texto como si nada. Pero
el otro día fue terrible. De pronto mi mujer bajó y me sorprendió masturbándome
con una escena subidita de tono. Bueno, intentándolo, porque realmente al verla
el susto fue tal que de inmediato mi erección se vino abajo. Doctora, fue
tragicomedia, porque intenté cambiar de página al sentir sus pasos inminentes y
resultó peor, porque entre sin quererlo a una más bestial que no era para nada
la que estaba viendo. Pero no había disculpa alguna, yo estaba en unas fachas que
gritaban la evidencia, y la pantalla empeoraba por momentos. Se puede imaginar
la reacción de mi esposa, no tengo palabras para poder repetir las cosas que me
dijo. No me habla, se ha ido a dormir al otro cuarto, quiere divorciarse y, lo
peor, se lo ha contado a su mamá, a sus amigas y a todo el mundo, incluso
amenaza con comentárselo a los niños. Yo doctora, le juro que amo a mi esposa,
que la adoro, que incluso me encanta sexualmente y tenemos una vida íntima de
lo mejorcito. Ella y yo hemos compartido videos más de alguna vez, y hasta
juguetes íntimos. Nunca le he sido infiel, de lo cual estoy orgulloso siempre,
tal vez de pensamiento en alguna ocasión pero no pasó de esto porque yo valoro
mucho mi relación con ella. Seguro cometí una torpeza aprovechando la soledad
de la noche, pero no soy un monstruo. ¿He destruido mi matrimonio por esto?, Si
es así, prefiero castrarme, se lo juro. No puede ser que toda mi vida se venga
abajo por una estupidez. ¿Qué hago doctora?, mentir no tiene caso y admitirlo
es peor, mucho menos con el tribunal inquisitorial que se ha transformado en
torno a mí en toda la familia. Oriénteme por favor.
La Doctora
respondió…
Parece que
sin remedio tropiezas con las frases terribles de tu profesión de abogado:
sentenciado, tribunal, nada que alegar en tu defensa. Mejor deja la deformación
profesional, aterriza a la sencilla vida humana donde las cosas no son tan
grandilocuentes, mucho más simple todo ello. Para empezar todo esto es un
asunto íntimo y personal entre ustedes del que no tiene que participar nadie
más, mucho menos la familia. ¿O acaso les mortifica cuando tiene un orgasmo,
cuando cambia de postura haciendo el amor o cuando tienen ambos alguna
fantasía?, pues es lo mismo, igual de indecente hacerlo extensivo a terceros. Lo
que pasa que esta vez no ha sido compartido, amigo, y ése es el error y de ahí
viene toda la venganza. Posiblemente ni ella misma lo entiende, ni tú tampoco
en estos momentos, pero es preciso que reflexionen ambos al respecto. Nada de
monstruoso tiene que te excite lo excitante, para eso está. Nada de monstruoso
tiene que seas curioso, es parte de la inteligencia humana que lleva a
descubrir nuevas cosas. Pero en lo que sí has fallado es en el pacto de
solidaridad para con ella. Eso exactamente es en lo que se siente traicionada. Ponte
en su lugar por un momento. Imagina que te dice que te duermas tranquilo que se
queda escribiendo unas cartas o haciendo un trabajo, y la cachas en plan “manuela
total” frente a unos cueros de hombres. Ah, ¿No qué no?.
El hecho en sí es
infantil, inocente y para morirse de la risa; pero el drama viene en lo oculto.
Si tienes una buena pareja, para que lo siga siendo, lo mejor es compartir y
confesar nuestras fantasías, saber que nuestra mente es capaz de soñar con
todo, pero que nos comprometamos a hacerlo juntos como aliados, eso es lo
importante, no es instinto que o hay porque disculparlo sino el compromiso. Si la
primera vez le hubieras comentado que descubriste unas páginas que te excitan,
de seguro ella hubiera querido verlas contigo para saber por dónde andan tus
sueños. A partir de ahí todo sería distinto. Tal vez te hubiera esperado con
alguna novedad en el lecho para que no eches nada en falta. Pero no por fuerza,
igualmente válido es que te hubiera apachado comprendiendo lo fácil que es
fantasear en la pantalla, agradeciendo tu confesión, o que la hubiera visto
contigo y te hubiera dado personalmente “realidad vitural” al momento. Que bobo
fuiste de esconderte como niño. Y que absurda ella clamando al árbol
genealógico por algo que se arregla con una confesión sincera y un buen abrazo.
Habla con
ella a solas, dí la verdad y ninguna otra cosa. Incluso muéstrale esas páginas,
véanlas juntos y pregúntale si a ella no le parecen excitantes. Explícale la
diferencia entre hacer esto y estar en un chat seduciendo a alguien, eso sí es
un cuerno aunque también sea fantasía.
Eduardo tienes
una gran pareja, no dejes que los convencionalismos y las narices de terceros
echen por tierra un tesoro. Te regaño, y la regaño a ella que tampoco supo ser
sincera y decir lo que en verdad le dolía de ese asunto. Muéstrele este escrito
y hagan algo, no sea niños.
FUENTE: Revista Desnudarse, de la Dra. Anabel Ochoa.
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