miércoles, 8 de julio de 2015

¿Por qué tenemos sexo?

 Por Guillermo Cárdenas Guzmán*

Hurgar en el origen de las diferencias sexuales que hoy caracterizan a la mayoría de los seres vivos, así como a las ventajas que esta condición implica, podrían parecerse cuestiones obvias, pero para los científicos evolucionistas no resultan tan evidentes.

¿Para qué sirve el sexo? ¿Por qué existen las evidentes diferencias anatómicas que todos conocemos entre machos y hembras? ¿Cuál es la utilidad de esta característica en los seres humanos?. Para experimentar placer, ser apresurarían a responder los hedonistas consumados, siempre prestos a explorar todos los caminos del goce, o para llevar a cabo la reproducción de la especie, apuntarían las voces más conservadoras, haciendo eco al parecer reduccionista de algunas doctrinas religiosas. Desde luego ambas funciones –placer y reproducción—son relevantes, pero no bastan para explicar la complejidad de la sexualidad y sus múltiples manifestaciones que se han desarrollado hasta conformar una compleja trama socio-cultural cuyas implicaciones van más allá de la biología, ahondando sus raíces en el terreno de lo moral, lo simbólico, lo afectivo, lo inconsciente o inclusive lo económico.

En efecto, el sexo no es sólo un impulso instintivo, sino que, según su contexto cultural puede convertirse en instrumento de represión ideológica; fuente de culpa y remordimientos para quienes lo asocian con el pecado; expresión de amor o traumas infantiles, demostración de poder y estatus, artilugio subliminal explotado por las estrategias de la mercadotecnia, recurso novedoso contra el tedio y la monotonía (en algunas parejas lo contrario) o lucrativa fuente de ganancias. Sin embargo, desde la rigurosa óptica de la genética y la biología evolutiva, el sentido y utilidad del sexo son todavía más difíciles de precisar, toda vez que en la naturaleza existieron organismos que en lugar de reproducirse sexualmente lo hacen a través de otros procedimientos mucho más simples, como la partenogénesis o clonación (duplicación asexual, ahora tan debatida), que les permite proliferar con  rapidez. Para aclarar este planteamiento, vale la pena señalar que los individuos se reproducen, según las ciencias naturales es para asegurar la continuidad de su patrimonio genético a través de sucesivas generaciones. No obstante, esta actividad se halla sujeta al proceso evolutivo por medio del cual solo sobreviven aquellos organismos que a través de cambios importantes en su configuración biológica logran adaptarse mejor a las condiciones de su medio ambiente. Desde esta perspectiva la actividad sexual basada en el intercambio de genes a través de la unión de gametos masculinos y femeninos resulta mucho más lenta y costosa que la clonación, pues en lugar de una simple división celular,
requiere un complicado proceso que, para decirlo en resumen, comienza en la búsqueda de un compañero y termina con la fecundación y el desarrollo embrionario. Semejante consideración ha conducido a formular interrogantes difíciles de despejar ¿Cuándo apareció el sexo? ¿Por qué la evolución se orientó hacia esta forma reproductiva (hoy la practica el 95% de los seres vivos), existiendo otras vías más sencillas para que los organismos se perpetúen? ¿Cuál es la razón de que se mantenga y exista el ser humano?

Mayor variabilidad genética y capacidad de adaptación, las razones. 

En entrevista, el Dr. Rafael Rico García Rojas, sexólogo genetista y miembro del círculo de expansión sexual, explica: "que pasados unos mil millones de años desde el origen de la vida en la tierra –que se remonta a unos 3,500 millones de años—surgió una nueva forma de reproducción (distinta a la simple división que hasta antes prevalecía), basada en la fusión celular y la compartición del material genético. Este fue el evento precursor de la reproducción sexual, que ahora continúa a través de los espermatozoides y el óvulo: una bacteria comenzó a desarrollar un organelo, lo que ahora conocemos como falo, o piti o pene, que sirvió de puente para transmitir el ADN (portador de la información genética) a otra bacteria receptora que sería la hembra. En este momento se introdujo la fusión, de la mezcla del ADN de ambas bacterias produjo una enorme riqueza de material genético, una variabilidad que antes no existía, lo que a su vez provocó una gran revolución, porque por primera vez surgieron organismos con una gran capacidad de adaptación a diferentes ambientes a los cambios ecológicos. Ahora bien, luego de esa fusión  celular (para formar una especie de sociedad microscópica) surgió lo que llamamos protisto o protozoario, un organismo aún más complejo cuyo material genético ya se encuentra encapsulado en un núcleo membranal, a diferencia de la bacteria que contenía el ADN desnudo, denominado plásmido. Este protozoario desarrolló organelos específicos para inyectar el ADN a otra célula protozoaria, surgiendo así el dimorfismo sexual. A partir de este evento, con las sucesivas mezclas genéticas y la asociación de bacterias (simbiosis), siguieron apareciendo organismos cada vez más complejos, hasta llegar a los mamíferos y por supuesto, a los seres humanos”. Para completar esta idea, vale la pena citar a Lynn Magulis y Dorion Sagan, quienes en su libro “Danza Misteriosa” argumentan: “Los primeros órganos con forma de pene aparecieron probablemente en los peces o en los anfibios, cuyos antepasados se habían reproducido únicamente por fertilización externa, desovando en las cálidas aguas de los lagos o en el espumoso océano. Tal vez por eso, la calidez y la humedad del acto sexual humano nos hace pensar en el ámbito de apareamiento (el agua) de aquellos anfibios y peces predecesores de los reptiles.”


El papel del sexo en el futuro

Así pues, puede estimarse que la principal  ventaja asociada con este mecanismo reproductor basado en dos sexos reside, paradójicamente en su propia complejidad, pues el acoplamiento entre individuos de la misma especie pero de diferente sexo crea una amplia diversidad genética, la cual genera una descendencia susceptible de acomodarse mejor a futuras modificaciones en el entorno. Es decir, la reproducción sexual amalgama genes de dos linajes separados permite poner a prueba varias combinaciones de las características de ambos, y aunque ese proceso produce mezclas que no son capaces de habituarse al medio y finalmente parecen también genera otras que consiguen propagarse hacia futuras generaciones.

Como resultado de ello, el progreso en el desarrollo de las especies es mucho más rápido, pero la opresión sobre los individuos que conforman cada especie particular es mucho más severa, pues hay deficiencias que producen sufrimiento y muerte. Visto el asunto desde ángulo, es posible concluir que hasta ahora los seres humanos junto con muchos otros seres vivos, somos mucho más dependientes del sexo de lo que imaginamos, pero no en un sentido peyorativo o patológico, por cuanto este pueda tener de adictivo, ni tampoco en relación con sus oscuras motivaciones inconscientes, sacadas a la luz a partir del psicoanálisis Freudiano, sino por razones biológicas que a menudo son minimizadas. Asi es pues, tal y como sucede con el origen de la vida, el del sexo sigue siendo un tema mucho más fácil de experimentar –literalmente en carne propia—que entender en sus distintas connotaciones.

En consecuencia hay que contemplarlo del modo más objetivo posible como una pulsión esencial que, pese a los obstáculos biológicos y más allá de los condicionamientos sociales, floreció y sigue floreciendo porque con él sobreviven las especies, pero ¿Permanecerá en el futuro? ¿Seguirá prevaleciendo como característica o actividad reproductiva, tal como hoy se le concibe?. Para el Dr. Rico la respuesta es negativa, pues con el surgimiento de la genética de la reproducción, es decir, la fecundación in vitro, el diseño de embriones en laboratorio, el diagnóstico de la carta genómica de los cigotos humanos antes de su implantación, etc., será posible prescindir del coito como técnica reproductiva. Esa es la tragedia, pues el coito sigue practicándose como si fuera la fuente del placer, cuando no es más que un instrumento reproductivo basado en los mismos principios usados por las bacterias hace 2,500 millones de años para transmitir ADN. Por eso dejar atrás la dimensión animal y humanizar la sexualidad mediante el erotismo y la creatividad en cada pareja.

En el futuro la sexualidad se va a dividir en dos grandes vertientes: la reproductiva, que será casi exclusivamente de laboratorio (con el tiempo las parejas recurrirán a estos sitios para fecundar, en vez de usar la cama del hotel o el coche, pues los embarazos serán programados mediante técnicas de manipulación genética), y por otro lado, la placentera, enfocada a la búsqueda del placer, pero sin riesgo de contraer enfermedades, considera el experto, y vaticina: La sexualidad tenderá cada vez más desgenitalizarse, a desligarse de las secreciones corporales, que llevan latente el peligro de transmitir virus, bacterias u hongos patógenos, para enfocarse a buscar un placer más sofisticado, más erotizado.


*Es periodista y colaborador de Familia Saludable, y Muy Interesante. Obtuvo el primer lugar en el Concurso de Reportaje 2000 Roche-Syntex.

Fuente: Revista Desnudarse, de la Dra. Anabel Ochoa.

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