Por Dra. Anabel Ochoa
Las culturas llaman
perversas a unas cosas u otra en los distintos rincones del mundo. Pero también
una misma cultura va cambiando con el tiempo los conceptos de lo que considera
normal o anormal. Basta con pensar en una minifalda en México a principios de
siglo, aunque era normal en lo prehispánico; y sin embargo se persigue todavía en
Guadalajara; mientras que una mujer en Afganistán tiene que ir envuelta en una
especie de cortina para no provocar a los hombres.
En nuestra cultura, la misma
promiscuidad se premia en los hombres y se penaliza en las mujeres. Una persona
casta es admirada en el Tíbet, pero en Brasil lo tomarían por tonto. El sexo
oral, por ejemplo, es tabú para muchos musulmanes y algunas religiones en la India,
mientras que otras, allí mismo, escribieron el Kama-Sutra y El Jardín
Perfumado, en los que se da todo un catálogo de lubricidades y posturas.
El beso en la boca hay
pueblos que lo consideran repugnante y propio de animales; el coito anal hizo
famosa a Sodoma y Gomorra; y así sucesivamente. Por eso la cultura actual del
mundo ha limitado el uso de la palabra “perversión” o el concepto de “aberraciones”
y “desviación” (fuera de la vía de la mayoría), ya que pretenden un juicio
moral que siempre es cambiante. No olvidemos que “perversión” en español es
sinónimo de maldad, pero en su origen latino es menos prejuicioso (per =
completamente + verteré = vuelto del revés).
Ahora más bien de “parafilias”
(pasiones paralelas) para designar el fetichismo, el exhibicionismo, el
voyeurismo, el trasvestismo, formas ritualizadas de sadomasoquismo, etc., Ahora
se sabe que, como dice el proverbio: “De sabio, poeta y loco todos tenemos un
poco”. Estos caprichos del erotismo, en pequeñas dosis, forman partes
inseparables de la sexualidad humana de cualquier sujeto, como práctica o como
fantasía. Mirar como tu propia pareja se desnuda o el reflejo de ambos en un
espejo mientras retozas, una película porno, “echar un taco de ojo” cada vez
que puedas a la vecina, o las revistas…¿No es voyerismo? Mostrar tu cuerpo,
soportar un brassier, ir al gimnasio, pasearte y seducir, salir a la pista de
baile…¿No es exhibicionismo? Acariciar lencería, un tatuaje, disfrutar las
zapatillas de tacón o unas medias…¿No es fetichismo? Hacer el amor
apasionadamente tras una bronca de pareja en que te has dicho lo peor y has
llorado, ¿No tiene algo de sadomasoquismo? Por ello se considera enfermedad
sólo cuando estas pasiones impiden al sujeto relacionarse humanamente con
otros, porque embotan los afectos e impiden el desarrollo social de la persona,
preso de una fijación que tiene su origen en la infancia. Es también motivo de
terapia cuando solo se alcanza el orgasmo en estas situaciones extremas, y no
se puede tener de ninguna otra manera. Necesita ayuda desde luego quien no
puede hacer nada por cambiar su conducta, cuando es incontrolable y sufre por
ello. Por último es necesario tratamiento –además de ser delito—cuando se daña
a los otros; resulta inadmisible el abuso físico o psicológico de terceros para
satisfacer su placer.
Por ello hablaríamos de
desviaciones de la sexualidad cuando van más allá de la libertad de un sujeto y
repercuten gravemente en lo social, cuando se trata de ejercer la pedofilia o
paidofilia (pasión por los niños), la gerentofilia (por los ancianos), el
bestialismo o zoofilia (por los animales), la necrofilia (aprovecharse de los
cadáveres), el sadismo criminal, el masoquismo autodestructivo, el incesto.
La perversidad hace el mal,
la debilidad la consciente y la ignorancia lo aplaude, decía el Barón de Sacy. Hay
pasiones que, más que perjudicar socialmente, esclavizan a quien las padece,
como el mesalinismo o ninfomanía de las mujeres que persiguen insaciablemente
un hombre tras otro sin quedar jamás satisfechas, equivalente al donjuanismo o
satirismo de los hombres, ambas como formas de adicción sexual enfermiza. Hay otras
conductas aún extrañas que harían todo un catálogo: la coprofagia (
kopros=excremento + fagia= comer); la coprofilia (pasión por lo mismo), en la
que se excita todo lo sucio, su cercanía, olor, contacto, pensamiento,
conversación, etc. La coprolalia (lalein=hablar), en la que excita hablar de
todo ello. La espermatofagia (fugos=comer), de quien se obsesiona con tragar el
semen. El picacísmo (pica=urraca), placer por oler o ingerir sudor, secreción
vaginal, sangre menstrual, orina, heces, etc., El renifleur (husmeador), que
solo llega al orgasmo oliendo el cuerpo del otro. La urolagnia, placer de ver
orinar, tocar, oler, beber los orines o dejarse orinar encima. El vampirismo al
ver la sangre. En el metatropismo se halla placer invirtiendo tópicamente los
roles masculino y femenino: un hombre sumiso y una mujer tirana. La gimnomanía
((gymnos=desnudo + manía=locura) es una combinación de voyerismo y
exhibicionismo en la que el sujeto se obsesiona por ver cuerpos desnudos o
estarlo él mismo. La pirolagnia (pyros=fuego + lagneía= lujuria) consiste en
excitarse sexualmente con los incendios. La zoomímica, imitando una conducta
animal. El ecouter (escucha), que pega el oído a las paredes ajenas.
Todo el concepto de las
perversiones debe ser revisado en la cultura del presente, porque nos confunden
morales obsoletas, y no atendemos al verdadero enfermo. Basta decir que, para
muchos grupos ideológicos de nuestro medio, se considera perversión cualquier
forma de sexualidad que no sea la introducción del pene en la vagina para
procrear hijos, e incluso señalan como aberrante cualquier cambio de postura de
la pareja o las caricias previas. Esto si es perverso ¿No?
FUENTE:
LIBRO: “Respuestas para vivir una
sexualidad inteligente y segura”
AUTOR: Dra. Anabel Ochoa
EDITORIAL: Selector, S.A. de C.V.
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