viernes, 3 de julio de 2015

¿Dónde comienzan y dónde acaban las perversiones?

Por Dra. Anabel Ochoa

Las culturas llaman perversas a unas cosas u otra en los distintos rincones del mundo. Pero también una misma cultura va cambiando con el tiempo los conceptos de lo que considera normal o anormal. Basta con pensar en una minifalda en México a principios de siglo, aunque era normal en lo prehispánico; y sin embargo se persigue todavía en Guadalajara; mientras que una mujer en Afganistán tiene que ir envuelta en una especie de cortina para no provocar a los hombres.

En nuestra cultura, la misma promiscuidad se premia en los hombres y se penaliza en las mujeres. Una persona casta es admirada en el Tíbet, pero en Brasil lo tomarían por tonto. El sexo oral, por ejemplo, es tabú para muchos musulmanes y algunas religiones en la India, mientras que otras, allí mismo, escribieron el Kama-Sutra y El Jardín Perfumado, en los que se da todo un catálogo de lubricidades y posturas.

El beso en la boca hay pueblos que lo consideran repugnante y propio de animales; el coito anal hizo famosa a Sodoma y Gomorra; y así sucesivamente. Por eso la cultura actual del mundo ha limitado el uso de la palabra “perversión” o el concepto de “aberraciones” y “desviación” (fuera de la vía de la mayoría), ya que pretenden un juicio moral que siempre es cambiante. No olvidemos que “perversión” en español es sinónimo de maldad, pero en su origen latino es menos prejuicioso (per = completamente + verteré = vuelto del revés).

Ahora más bien de “parafilias” (pasiones paralelas) para designar el fetichismo, el exhibicionismo, el voyeurismo, el trasvestismo, formas ritualizadas de sadomasoquismo, etc., Ahora se sabe que, como dice el proverbio: “De sabio, poeta y loco todos tenemos un poco”. Estos caprichos del erotismo, en pequeñas dosis, forman partes inseparables de la sexualidad humana de cualquier sujeto, como práctica o como fantasía. Mirar como tu propia pareja se desnuda o el reflejo de ambos en un espejo mientras retozas, una película porno, “echar un taco de ojo” cada vez que puedas a la vecina, o las revistas…¿No es voyerismo? Mostrar tu cuerpo, soportar un brassier, ir al gimnasio, pasearte y seducir, salir a la pista de baile…¿No es exhibicionismo? Acariciar lencería, un tatuaje, disfrutar las zapatillas de tacón o unas medias…¿No es fetichismo? Hacer el amor apasionadamente tras una bronca de pareja en que te has dicho lo peor y has llorado, ¿No tiene algo de sadomasoquismo? Por ello se considera enfermedad sólo cuando estas pasiones impiden al sujeto relacionarse humanamente con otros, porque embotan los afectos e impiden el desarrollo social de la persona, preso de una fijación que tiene su origen en la infancia. Es también motivo de terapia cuando solo se alcanza el orgasmo en estas situaciones extremas, y no se puede tener de ninguna otra manera. Necesita ayuda desde luego quien no puede hacer nada por cambiar su conducta, cuando es incontrolable y sufre por ello. Por último es necesario tratamiento –además de ser delito—cuando se daña a los otros; resulta inadmisible el abuso físico o psicológico de terceros para satisfacer su placer.

Por ello hablaríamos de desviaciones de la sexualidad cuando van más allá de la libertad de un sujeto y repercuten gravemente en lo social, cuando se trata de ejercer la pedofilia o paidofilia (pasión por los niños), la gerentofilia (por los ancianos), el bestialismo o zoofilia (por los animales), la necrofilia (aprovecharse de los cadáveres), el sadismo criminal, el masoquismo autodestructivo, el incesto.

La perversidad hace el mal, la debilidad la consciente y la ignorancia lo aplaude, decía el Barón de Sacy. Hay pasiones que, más que perjudicar socialmente, esclavizan a quien las padece, como el mesalinismo o ninfomanía de las mujeres que persiguen insaciablemente un hombre tras otro sin quedar jamás satisfechas, equivalente al donjuanismo o satirismo de los hombres, ambas como formas de adicción sexual enfermiza. Hay otras conductas aún extrañas que harían todo un catálogo: la coprofagia ( kopros=excremento + fagia= comer); la coprofilia (pasión por lo mismo), en la que se excita todo lo sucio, su cercanía, olor, contacto, pensamiento, conversación, etc. La coprolalia (lalein=hablar), en la que excita hablar de todo ello. La espermatofagia (fugos=comer), de quien se obsesiona con tragar el semen. El picacísmo (pica=urraca), placer por oler o ingerir sudor, secreción vaginal, sangre menstrual, orina, heces, etc., El renifleur (husmeador), que solo llega al orgasmo oliendo el cuerpo del otro. La urolagnia, placer de ver orinar, tocar, oler, beber los orines o dejarse orinar encima. El vampirismo al ver la sangre. En el metatropismo se halla placer invirtiendo tópicamente los roles masculino y femenino: un hombre sumiso y una mujer tirana. La gimnomanía ((gymnos=desnudo + manía=locura) es una combinación de voyerismo y exhibicionismo en la que el sujeto se obsesiona por ver cuerpos desnudos o estarlo él mismo. La pirolagnia (pyros=fuego + lagneía= lujuria) consiste en excitarse sexualmente con los incendios. La zoomímica, imitando una conducta animal. El ecouter (escucha), que pega el oído a las paredes ajenas.

Todo el concepto de las perversiones debe ser revisado en la cultura del presente, porque nos confunden morales obsoletas, y no atendemos al verdadero enfermo. Basta decir que, para muchos grupos ideológicos de nuestro medio, se considera perversión cualquier forma de sexualidad que no sea la introducción del pene en la vagina para procrear hijos, e incluso señalan como aberrante cualquier cambio de postura de la pareja o las caricias previas. Esto si es perverso ¿No?


FUENTE:
LIBRO:                        “Respuestas para vivir una sexualidad inteligente y segura”
AUTOR:                       Dra. Anabel Ochoa

EDITORIAL:                Selector, S.A. de C.V.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Powered By Blogger