Por: Francisco Javier Lagunes Gaitán*
¿Qué es tener éxito en la vida? ¿Cómo apoyar a nuestros
jóvenes para lograrlo?. Son estas preguntas que deberíamos hacer con mayor
frecuencia y profundidad. La respuesta más común suele ser: que estudien, que
obtengan una licenciatura y lleguen a ser alguien en la vida. Pero ¿De verdad
crees que el éxito es tan fácil de medir como para certificarlo con una cédula
profesional y un acta de matrimonio? ¿El éxito en la vida se mide por una
cuenta bancaria, o por un auto de lujo? ¿Acaso no somos ya alguien, o debemos
ser alguien diferente a nosotros mismos?.
¿ A qué venimos a este mundo?. Esta pregunta es una de las que
nos definen como seres humanos. Cada uno de nosotros tiene la obligación dar su
propia respuesta personal a esta interrogante. Por más que anhelemos compartir
nuestra experiencia y aprendizaje en la vida de nuestros jóvenes nunca podremos
evitar que encuentren su propia respuesta. Podrá gustarnos o disgustarnos, pero
siempre será la mejor para ellos, porque es la suya.
La felicidad en la vida, parece una tarea imposible expresar
plenamente qué es la felicidad. Hay personas con excelentes títulos
universitarios y/o ingresos monetarios elevados que no son felices. Dicen que
en el caso de la riqueza, como en el sexo, cuando no lo tenemos no pensamos más
en ello. El destacado escritor argentino Jorge Luis Borges, afirmó alguna vez
que su peor error en la vida había sido no ser feliz.
Existen diferentes tipos de obstáculos para alcanzar la
felicidad. Para simplificar podemos señalar los internos y los externos. Nadie puede
negar que factores externos como la posibilidad de encontrar trabajo o el nivel
de ingresos son importantes, pero hablamos mucho menos de los factores internos
personales. ¿Qué habilidades personales he fomentado en mis niños y en los
jóvenes para ayudarlos a que sean felices? ¿Puedo transmitirles habilidades que
no poseo yo mismo? ¿Cómo educar habilidades para una sexualidad plena y
satisfactoria?.
¿De verás tu sabes lo que les conviene?. Por más que
querramos a nuestros niños y jóvenes, debemos estar muy atentos para evitar que
ese amor indispensable y sano se transforme en una sobreprotección asfixiante
que les impida hacerse fuertes por sí mismos. Tarde o temprano, nuestros
retoños tendrán que enfrentarse solos a los retos de construir su propia vida
y, en ese momento, lo harán usando las habilidades para la vida con las que
cuenten.
Una de las mejores formas que tenemos para incapacitar a
nuestros jóvenes y niños e impedirles desarrollarse es tratar de pensar por
ellos. Si siempre les evitamos la molestia de pensar en sí mismos y desarrollar
su propio criterio independiente y tomar sus propias decisiones, no los estamos
preparando para nada. Al contrario
estaríamos propiciando que se vuelvan dependientes de nosotros, lo que iría en
contra de su necesidad de crecer y madurar. Las personas dependientes en vez de enfrentar y resolver su vida,
buscan siempre alguien que les diga cómo vivir, son mucho más vulnerables a la
manipulación.
Uno de los ejemplos mejores de esta pretensión de pensar por
los jóvenes es la equivocada creencia de
que sabemos mejor que ellos lo que más les conviene. Sin duda que las canas y
las arrugas no están ahí en balde, seguro que algo hemos vivido y por ello
podemos platicar de nuestra experiencia,
pero no tiene sentido tratar de teledirigirlos. Alguien tan dócil como para
aceptar ser teledirigido por sus padres, a cualquier edad, corre riesgos
gravísimos, como son el no desarrollar un criterio propio, carecer de
habilidades para la vida y, aún peor, perder el contacto consigo mismo, con sus
necesidades profundas, con su propia conciencia personal.
La felicidad como búsqueda.
La otra forma de entender la felicidad es pensarla como una
búsqueda. No se trata de que tu tengas que hacer lo que yo hice o estudiar lo que yó estudié,
solo porque a mí me funcionó así. Pensar la felicidad como una búsqueda es
entender que todos somos diferentes y necesitamos diferentes cosas.
La típica suegra que le dice a su hijo que no le gusta la
pareja que tiene es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Lo que esta persona
debió hacer –en su momento- es propiciar en sus hijo el desarrollo de las
habilidades para conocer a las personas y cuando se lo pidan, compartir sus
experiencia. Porque decirle al hijo o hija: esa pareja no te conviene, sería
demostrar que me parece tonto, incapaz de averiguar por sí mismo lo que le
conviene y, de pasada reconocer que no lo supe apoyar para que desarrollara sus
propias habilidades para la vida.
Algunos investigadores han llegado a la conclusión de que,
más allá de las habilidades necesarias para el éxito académico al estudiar una
carrera, para desempolvarnos apropiadamente en la vida hay cuatro habilidades
básicas que resultan determinantes:
-
Comunicación interpersonal/Relaciones humanas
-
Resolución de problemas/Toma de decisiones
-
Condición física/Mantenimiento de la salud
-
Desarrollo de la identidad/Propósito en la vida
Estas habilidades para la vida son aquellas indispensables
para vivir con eficacia. Cada una de ellas nombra, en realidad un área o de
familia de habilidades relacionadas. Por ejemplo la habilidad para la
comunicación interpersonal/relaciones humanas implica, poner atención,
escuchar, percibir, responder verbal y no verbalmente, entre otros.
En una sociedad cada vez más abierta y democrática, como la
mexicana, la educación debe enfocarse al desarrollo de estas habilidades para
la vida, en la escuela, pero también en la casa, el trabajo y en la comunidad. Pero
¿Cómo se traduce esas habilidades en la educación de la sexualidad?
Las dos áreas del desarrollo humano son: cognoscitiva,
vocacional, física y sexual, psíquica y social, moral, afectiva y del Yo (ego).
La sexualidad es una más de las áreas del desarrollo humano. No se trata de
algo insólito o completamente diferente. Todas estas áreas se relacionan entre
sí y con las habilidades para la vida.
¿Qué se necesita para tener una vida sexual satisfactoria?
Por ejemplo, adquirir la habilidad de comunicar lo que sentimos, en el momento
en lo que lo sentimos. ¿Cuántas veces no fingimos un orgasmo para que la pareja
no se sienta mal. Y una pareja de alguien que finja no demuestra su disposición
para escuchar a la otra persona?.
Cuando tenemos una infección de transmisión sexual
(cualquiera desde las ladilla hasta el sida, pasando por la gonorrea o el virus
del papiloma humano), actuamos de manera muy diferente, relacionadas con
nuestra personalidad y nuestras habilidades para la vida. Hay personas que no
son capaces de enfrentar el problema, no se toman la molestia de evaluar los
pros y los contras de ir a consultar al médico, optan por actuar como la los
avestruces y entierran la cabeza en la arena, esperan –erróneamente- que si
nadan de muertito y no piensan en el asunto, de una forma mágica se resolverá,
y nunca sucede así con las ITS. En las enfermedades el tiempo es precioso, y no
podemos darnos el lujo de perderlo así nomás, las consecuencias pueden ser
desastrosas.
Nuestro sentido de identidad y de propósito en la vida resulta decisivo en momentos importantísimos
de nuestra vida sexual. Si no sabemos quiénes somos realmente y solamente nos
apegamos a modelos estereotipados de lo que se supone que debemos hacer, muchas
veces podemos entrar en callejones sin salida en nuestras relaciones de pareja.
Por ejemplo, si nos han enseñado que los hombres nos debemos demostrar nuestros
sentimientos, y que las mujeres deben ser el colchón amortiguador de todos los
conflictos, creemos estos papelotes ridículos puede llevarnos a cerrarnos las
puertas de una convivencia de mayor calidad y más satisfactoria para todos.
Algunas veces en la vida encontramos pruebas de fuego para
las que debemos poner en práctica al máximo las habilidades con las que
contemos. Una de estas ocasiones sucede al enfrentar una orientación del deseo
sexual diferente a la que se suponía que uno debía tener. Si soy hombre y me
doy cuenta que me atraen los hombres, o si soy mujer y me atraen las mujeres.
En el caso de que esto me pase a mí ¿Qué puedo hacer? Si
todavía no actúo en las cosas importantes a partir de lo que soy y necesito,
sino que me atoro en el qué dirán los demás, podría paralizarme por años –o por toda mi vida-, aterrorizado
por la reacción negativa que espero de las personas a mi alrededor. Hay quienes
tratan de hacer todo lo que les dicen que se espera de ellos, a pesar de que su
felicidad personal se imposible por ese camino. ¿El resultado? Todos permanecen
infelices sobre todo consigo mismos.
En el caso de los padres, al no saber cómo enfrentar esta situación,
tratan de exorcizar lo que les espanta diciéndole a sus hijos - de quiénes sospechan –, cosas como, “si yo tuviera un hijo así lo mataría, o
en mi familia no puede haber monstruos semejantes”, etc. ¿De verdad creerán
que con esa clase de comentarios lo pueden cambiar en su naturaleza personal?
Es la misma clase de error que cometen
quienes le dicen a un niño si no te comes la sopa ya no te quiero. ¿Qué clase
de cariño es ese que condiciona de esta manera? Con estas actitudes podemos tal
vez manipular por un tiempo a alguien, pero no estamos propiciando el
desarrollo de sus habilidades para la vida.
Desafortunadamente o afortunadamente, los resultados de la manipulación no suelen
ser muy duraderos. La gente acostumbrada a ser manipulada no tardará en
encontrar a alguien más dispuesto a manipularla también. Cuando alguien intenta
manipular el camino de sus hijos para que no hagan algo diferente a lo que esta
persona espera de ellos, demuestra abiertamente su propia carencia de
habilidades para conocerse a sí mismo.
Sobran los padres y madres que se imaginan que sus hijos son
una especie de juguete con el que pueden jugar a la vida en carne ajena y tomar
decisiones por ellos. Pero sucede que los hijos de cualquier edad, son seres
humanos por derecho propio, con sus propios sentimientos, necesidades, deseos e
intereses.
Vivamos solos o con la familia, tengamos pareja o no, hay
cosas que debemos hacer en una completa soledad existencial. Una de ellas es
darle sentido a nuestras vidas, decidir quiénes somos, qué necesitamos y hacia dónde
queremos ir. Cada uno de nosotros debemos asumir nuestras propias respuestas a
las preguntas básicas de la vida. No hay una receta única de la felicidad. Todos
debemos encontrar nuestro propio camino. Si queremos bien a alguien estamos
obligados a respetar sus decisiones y a propiciar el peno desarrollo de sus
habilidades para la vida. Hay que empezar por nosotros mismos.
*El autor es escritor y periodista.
Fuente: Revista Desnudarse de la Dra. Anabel Ochoa
N. de R. Esta revista ya no está en circulación.