Por Guillermo Cárdenas Guzmán*
Aunque muchas parejas modernas los consideran como una
expresión del deseo o interés hacia la persona amada, expertos en el estudio de
la conducta humana señalan que los celos revelan sentimientos de temor,
inseguridad y baja autoestima, sobre todo cuando son infundados. Además,
advierten que cuando se vuelven obsesivos pueden no sólo arruinar la
convivencia, sino detonar graves conflictos..
Los celos son una expresión de carácter universal que, con
diferentes matices e intensidad, han experimentado los seres humanos durante
todas las épocas, generando situaciones conflictivas como malos entendidos,
reproches, acusaciones mutuas, separaciones e inclusive, en casos extremos
patológicos, crímenes pasionales como el que narra William Shakespeare en su
tragedia Otelo. Así, las escenas de disputa por suspicacias amorosas, donde un
individuo increpa a su pareja en tono airado y con el rostro descompuesto hasta
por los menores detalles referentes a su conducta o atuendo, no son sólo el
producto de la imaginación desbordada de escritores, compositores, guionistas
de cine o televisión, sino que forman parte de la vida cotidiana.
El hombre o la mujer celosos alimentan sus sospechas en toda
clase de circunstancias. Cuando el otro recibe una llamada telefónica
inesperada, se busca en su directorio para encontrar “la evidencia” de sus
deslices. Si sugiere utilizar el condón en las relaciones sexuales, se
interpreta como señal inequívoca de infidelidad y el día que llega tarde del
trabajo, estalla en casa una disputa fenomenal: ¡Ni te creas que te dejaré ir
sola a la fiesta! ¡No me digas que a estas horas todavía estabas en la oficina!
¿Por qué ese tipo no te quita la vista de encima, es que acaso tienes algo que
ver con él? ¡Tú tienes la culpa por tu forma de vestir tan provocativa! ¿Es que
acaso ya no te intereso?, son frases que bien pueden ilustrar semejantes
situaciones. Y aunque la manifestación de los celos no se limita sólo a las
cuestiones de pareja (pues también son comunes, en otro sentido, entre
hermanos, amigos, colegas o compañeros de trabajo), es precisamente dentro de
la relación amorosa entre sujetos adultos donde encuentran el terreno abonado
para su expresión más intrincada. Pero ¿Cuáles son las raíces de este
sentimiento? ¿Por qué tan común debe verse como un mal necesario dentro de toda
relación amorosa, tolerable bajo determinadas circunstancias o por el
contrario, como una fuente de conflictos que es preciso eliminar? ¿En qué forma
puede afectar la armonía en la pareja? ¿Es posible superarlo?.
JUSTIFICADOS O INJUSTIFICADOS LA GRAN DIFERENCIA
Para aclarar estas interrogantes, es preciso establecer una
definición puntual de los celos. De acuerdo con la Enciclopedia de la Psicología
(Ediciones Océano, tomo IV), se trata de un sentimiento cuyo principio
organizador es el resentimiento provocado porque la persona amada demuestra
afección que por una tercera, lo que genera con frecuencia actitudes de
rivalidad, es decir, intentos para igualar o superar a quien provoca esta
situación; motivadas por el miedo a perder el afecto o respeto del ser querido.
Además, nos comenta la Lic. Teresa González Alcocer, psicoterapeuta: “Existen
dos clases de celos, los justificados y los injustificados, dependiendo de que
sus motivos sean reales o no. En el segundo caso pueden ser generados por
sensaciones de inseguridad personal, cuando el individuo no se siente confiado,
ni capaz de ser amado, o por experiencias anteriores negativas en la relación
de pareja.” Por su parte, el sexólogo Gilbert Tordjman (en su obra La pareja,
realidades, problemas y perspectivas de la vida en común, Editorial Grijalbo)
apunta: “Los celos se resumen en un temor, fundado o no, a que aquel ser que
satisface nuestras necesidades pueda abandonarnos en beneficio de otro
compañero o incluso de otra actividad…” El celoso es como todo apasionado,
rechaza el tiempo. Lo que le importa sobre todo en el presente, es tener la
certeza de poseer al ser amado en su totalidad. Para ello no hay artimañas, ni
seguimientos ni compromisos a los cuales no se lance. Busca manchas de esperma
en la ropa interior, registra los bolsos, se inmiscuye en las agendas y los
números de teléfono, [Te pide la contraseña del correo electrónico personal, la
contraseña de facebook] escruta, al regresar del trabajo, las sábanas y
almohadas de la alcoba.
Empero cabe señalar, que esta forma de actuar, lejos de
mejorar los vínculos afectivos con la pareja, solo contribuye a crear un
ambiente de angustia, tensión e incertidumbre, erigiendo una muralla de
incomprensión capaz de arruinar hasta la mejor relación humana. Y cuando el
desasosiego producido por los celos se vuelve persistente, puede generar
inestabilidad emocional en ambos miembros, obstaculizando su desarrollo personal
e impidiendo su bienestar mutuo. Por ello, es indiscutible aprender a
controlarlos.
UN ORIGEN LIGADO A LA IDEA DE POSESION MATERIAL
Al reflexionar sobre el origen de los celos, la
psicoterapeuta María Teresa González considera que, “en el contexto de nuestra
sociedad capitalista, están muy ligados a la idea de pertenencia, porque muchas
veces se asocia la propiedad privada de las cosas, lo material, con la posesión
del individuo. No obstante –admite-, en su aparición influye más en la
precepción del sujeto acerca de lo que va a dejar de obtener si el otro lo
abandona, es decir, el miedo a la pérdida de los beneficios que da una
relación. Hay una divergencia entre las que describen a los celos como una una
conducta heredada, y quienes dicen que son adquiridos. Yo creo que tienen que
ver ambas cuestiones, tanto esa condición biológica de apropiarnos de los
bienes que nos dan satisfacción, como los comportamientos y las tradiciones
culturales que nos han hecho ver a las personas como propiedad”, apunta también
la especialista en desarrollo humano.
En nuestro medio estas conductas celosas, la mayoría de las
veces detonadas por arranques emocionales o falsas deducciones antes que por
evidencias razonables (aunque, como se ha dicho, pueden perseguir un legítimo
afán de defender el cariño del ser amado) a menudo también son adoptadas
deliberadamente por algunas personas que intentan refrendar una autoconfianza
de la que carecen. En este sentido, no es raro encontrarse con quienes llegan
al extremo de intentan “justificar” lo injustificable, alegando validez de
despertar celos de manera intencional en su pareja, coqueteando con un tercero
en discordia (práctica muy común sobre todo entre adolescentes) con el
cuestionable fin de ponderar la intensidad de las expresiones amorosas de
aquella. Al respecto, la Lic. González Alcocer señala: “Yo creo que el
verdadero amor no tiene que estarse probando en esa forma y cuando alguien lo
hace es porque se siente inseguro. Es muy diferente mostrarse interesado en
saber que realiza la pareja, con quien se relaciona y por qué, a ejercer una vigilancia constante sobre
ella…” Esta clase de situaciones ya resultan enfermizas, y ameritan apoyo
psicológico, pues los celos que no son fundados siempre van a generar
problemas, y en la medida en que se manifiesten en grado más profundo, serán
más patológicos.
LOS CASOS PATOLOGICOS EXTREMOS Y LA CELOPATIA
El investigador Gilbert Tordjman, en el libro antes
referido, también hace una distinción semejante entre los celos fundados (que
por ello serían comprensibles) y los patológicos, pues según él los primeros
admiten ser puestos a discusión, mientras los segundos no. Coincide con estas
opiniones, la psicologa especialista en terapia familiar Rosa María Arizmendi
Echeverría, afirma que, en definitivo: “Si hay una dosis mínima de celos que no
conlleva riesgos para una relación, pues si se quiere a alguien, resulta lógico
que se le demuestre y se pretenda estar cerca de él o de ella. El conflicto
aparece cuando los mismos se vuelven obsesivos o se utilizan para manipular”,
Aparte, explica: “En casos extremos patológicos llegar a presentarse la
denominada celopatía, que consiste en la manifestación obsesiva y exagerada de
los celos: “Esta se da con mucha frecuencia en pacientes psicóticos, neuróticos
y alcohólicos, quienes pretenden ejercer un control casi absoluto sobre su
pareja. Ahora bien, ¿Es posible modificar la visión suspicaz del celoso
obsesivo, de manera que asuma plena conciencia sobre su forma de actuar y logre
evitar – o en su caso, revertir- esas circunstancias que le impiden ser feliz?”
RECONOCER Y ANALIZAR EL PROBLEMA, LA CLAVE PARA SUPERARLO.
Al abordar el tema, el sexólogo Tordjman apunta que: “El
tratamiento debiera tender a restablecer en la pareja el respeto por la
libertad del compañero y su corolario: La negativa a asumir el papel de objeto.
En el mismo sentido, María Teresa González estima que si la relación de pareja
es adecuada, existe comunicación mutua y los miembros de la misma se muestran
honestos, dispuestos siempre a aclarar sus diferencias, no tiene por que haber
celos patológicos. Todo radica en la salud emocional y psicológica de cada
integrante. Sin embargo, otorgar mayor libertad no significa que los
integrantes de la pareja deban renunciar a su privacidad personal,
comunicándose todo, pues a veces esto puede resultar contraproducente, por
ejemplo, si una mujer, por razones de trabajo tiene que salir muy seguido a comer
con varones o ha tenido encuentros amorosos previos a su matrimonio, y decide
confiarlo con lujo de detalles a su marido, lo más probable es que él no lo
tome favorablemente…en semejantes condiciones, más que por una ausencia de
comunicación, el conflicto podría darse por una falta de comprensión y respeto.
Y es que los seres humanos requerimos ciertos espacios físicos y emocionales
para sentirnos a gusto, los cuales no tenemos obligación de compartir con
otros, así se trate del ser amado.
Por estas razones, puede concluirse que no es viable (ni tampoco sería sano) erradicar por completo los celos, pues forman parte de los avatares de la relación amorosa. Solo cuando los mismos excedan el límite de las expresiones cotidianas de interés y en se conviertan en arma para herir los sentimientos o chantajear al otro, deben calificarse como anormales. De cualquier modo siempre es conveniente revisar en qué nivel se ubican, para que cuando interfieran la estabilidad y armonía de los involucrados, uno o los dos integrantes de la pareja se sometan a una terapia de apoyo.
Por estas razones, puede concluirse que no es viable (ni tampoco sería sano) erradicar por completo los celos, pues forman parte de los avatares de la relación amorosa. Solo cuando los mismos excedan el límite de las expresiones cotidianas de interés y en se conviertan en arma para herir los sentimientos o chantajear al otro, deben calificarse como anormales. De cualquier modo siempre es conveniente revisar en qué nivel se ubican, para que cuando interfieran la estabilidad y armonía de los involucrados, uno o los dos integrantes de la pareja se sometan a una terapia de apoyo.
*Periodista y colaborador de revistas: Familia Saludable y
Muy Interesante. En el año 2000 fue el primer lugar en el concurso de reportaje
convocado por los Laboratorios Roche-Syntex.
Fuente: Revista Desnudarte, de la Dra. Anabel Ochoa
Fuente: Revista Desnudarte, de la Dra. Anabel Ochoa
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