Por: Dra. Anabel Ochoa
La educación
nunca puede ser un peligro, o no es educación de verdad. La información jamás
es demasiada en una sociedad donde acerca del sexo no se nos ha dicho nada,
aparte de tres mitos y cuatro mentiras nefastas.
Si el
silencio hubiera dado buenos resultados, no tendríamos ahora embarazo juvenil,
abortos, niños de la calle, abuso intrafamiliar, incesto, enfermedades de
transmisión sexual y tantas otras cosas que no han entrado a la educación del
sujeto. Paradójicamente, ONUSIDA (Grupo de la ONU que investiga la difusión del
SIDA en el mundo) descubre en 1998 que, en las culturas donde se aporta educación
sexual desde la infancia, resulta que los jóvenes inician las relaciones
sexuales más tarde, no más temprano. Luego, ¿De qué se trata? Es raro encontrar
un violador, un sádico o cualquier otro tipo de sexópata enfermo, que haya
tenido una buena orientación y equilibrio emocional en su infancia.
El silencio
es el enemigo, no las palabras. El silencio se prueba de informaciones
malversadas y perpetua los desatinos. La curiosidad infantil existe como un don
que fundamente el saber y la inteligencia. No se puede tratar al chiquillo como
a un imbécil; entre los tres y cuatro años de edad son tremendos con lo sexual,
y si se ponen barreras absurdas no podrá canalizarlo; generando luego por
ejemplo, obsesión por la pornografía y la contemplación ajena.
La educación
te permite discernir, crear criterio y llevar las riendas de tu persona. La información,
es su vez, solo se convertirá en educativa si genera reflexión (no datos a lo
tonto), si se encamina a crear criterio y orden moral en el sujeto.
La desinformación,
en cambio, los mitos analfabetos, te convierten en un muñeco de los
acontecimientos donde jamás puedes gobernar tu vida, eres víctima de ti mismo y
de los otros.
Hay gays
en silencio que oyen a sus padres comentar: “Si un hijo mío sale maricón,
prefiero verlo muerto”. Hay mujeres a quienes el novio les dijo “demuéstrame lo
que me quieres”, y sus padres la corren luego de casa porque ya no sirve.
La educación
sexual, la impartas o no, comienza desde la cuna; depende de lo que te cuentan
qué es ser niño o ser niña, de lo que tocas feliz o lleno de culpa, de la
actitud de los padres con sus propios cuerpos, avergonzados, naturales o
exhibicionistas. Sobre esta base, unos grupos familiares transmitirán valores
conservadores, liberales, represores, éticos, culpabilizadores o simbólicos
sobre lo que es lícito hacer o no en cada caso.
Lo que no
se puede es predicar una cosa y hacer lo contrario, esa doble moral que
confunde al chiquillo, donde todo lo ajeno es pecado y lo propio es virtud. Tampoco
es nada aconsejable –como hacen muchos—,llevar al niño al colegio religioso y
luego ver cine porno en familia diciendo que no pasa nada, que somos bien
modernos; o al contrario, enviarlo al Montessori y obligarlo después a rezar el
rosario en casa. Si definitivamente haces lo contrario de lo que piensas o
piensas lo contrario de lo que haces, o cambias de conducta o cambias de moral,
porque así sólo te estás engañando.
La sexualidad
humana no es natural, es educada; porque si no la educas, los niños sólo podrán
aprender del burro, el perro callejero o las mariposas, y así nos va.
FUENTE:
Libro: "Respuestas para vivir una sexualidad inteligente y segura"
Autor: Dra. Anabel Ochoa
Editorial: Selector
No hay comentarios.:
Publicar un comentario