Por Dra. Anabel Ochoa
Una fantasía,
como tal, es más bien curativa que dañina. Precisamente su misión es trabajar
con el rezago de todo lo no resuelto, todos esos pendientes que vamos dejando
en la vida, que somos capaces de imaginarlos como en un sueño despierto, pero
que no estamos en condiciones de llevarlos cabo en la realidad, tal vez por
falta de situación vital que lo permita, quizás de plano por ser inviables o
prohibidos para la sociedad, e incluso para la propia conciencia. Pero tiene
que quedar claro que “fantasía” es lo que imagino pero que no hago, porque si
lo hago ya no es fantasía.
De modo que
si llevas acabo un intercambio de parejas o un trío, será un encuentro swinger
o un menage a trois, pero no una fantasía. La ventaja es que la fantasía no
tiene por qué someterse a la conciencia moral, mucho más libre, debe de serlo.
Una fantasía
muy frecuente en las mujeres es la de sentirse gozosamente violadas, incluso
tumultuariamente, lo cual para nada quiere decir que a la dama en cuestión le
gustaría ser violada en realidad. Por lo mismo un violador no es alguien que
fantasea, sino alguien que viola realmente. Es precisamente su mente enferma la
que no es capaz de simbolizar y cede llevándolo a cabo sin respetar los límites
del otro.
Hay fantasías
de ser un niño chiquito, una maestra cruel y disciplinada, un padre
comprensivo, una soldadera con un regimiento, y todo lo que la imaginación y
los recuerdos infantiles quieran elaborar. Una de las más frecuentes fantasías
en los varones es sentirse mujer, lo cual por lo mismo tampoco indica tendencia
homosexual ni transexual de hecho.
Cuando los
dos elementos de una pareja se comprometen
a fantasear juntos, o representar la fantasía simbólicamente, el lazo de
juego es tremendamente positivo. El problema es que sin una buena comunicación de
pareja, las fantasías de uno le pueden resultar al otro ridículas, procaces,
aburridas o tremendamente perversas, y deja de gozar por estar sufriendo. En lo
último diríamos que, si no hay fantasía, en realidad no hay erotismo humano, porque
más allá del frote animal de los cuerpos la sexualidad humana no es real, es
soñada, representada ideológica y artísticamente sobre uno mismo y sobre el
otro.
Una persona
que no puede tener fantasías (y esto ocurre a veces en las mujeres por la educación
represiva), en realidad tienen serios problemas para desarrollarse como
persona. Y aclaro, como todo, puede tener su lado patológico, por ejemplo el
pseudolismo consiste en deleitarse hasta el orgasmo vivenciando o narrando
actividades eróticas y aventuras sexuales que jamás existieron, sin llegar a
discernir el sujeto la realidad de la ficción, lo cual está muy cerca de la
megalomanía enfermiza y aparece también en algunas psicosis.
FUENTE:
Libro: "Respuestas para vivir una
sexualidad inteligente y segura"
Autor: Dra. Anabel Ochoa
Editorial: Selector
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