Por Dra. Anabel Ochoa
La relación sexual
es de los acercamientos más grandes que se dan entre dos personas, por algo que
se llama contacto íntimo. Por tanto, es mucho más fácil traspasar aquí enfermedades
de un cuerpo a otro que saludando, abrazando, compartiendo el vaso o la ropa,
tosiendo o respirando el mismo aire.
En el sexo se
respira boca a boca, se suda juntos, y se chupa, se muerde, se lame, y lo más
importante, se ponen en contacto los fluidos de ambos cuerpos. Por tanto se
trata de un sorteo en el que tienes todos los boletos.
Fíjate que
las enfermedades de transmisión sexual (ETS o venéreas) son las más comunes de
las enfermedades comunicables del mundo. Pero para que una enfermedad brinque
entre dos amantes es necesario conocer el vehículo en el que se desplaza cada
una de ellas, que no siempre es el mismo.
Además del temible
SIDA, hoy en día asistimos a un repunte de viejos padecimientos que se creían
erradicados. Hay nuevamente sífilis, herpes genital, linfogranuloma venéreo,
cándida, tricomonas, etc. A ello se añaden otras que aunque no son de contagio
exclusivamente sexual, pueden aprovechar el evento para habitar otro cuerpo,
como los piojos del cabello, la sarna, la tuberculosis, y en general cualquier
enfermedad infecto-contagiosa que tenga oportunidad en el cuerpo a cuerpo.
¡Qué
panorama! Pero no te desanimes, esto ha sido así desde el principio de los tiempos y no es peor
ahora porque hablemos de ello. Al contrario, peor tener conciencia y saber las
vías por las que se transitan es la mejor medicina preventiva para evitarlas,
sin olvidar que cuanto más cambies de pareja más oportunidad habrá de llevarte
una desagradable sorpresa.
La venerofobia
(Horror a la enfermedad venérea) no es más eficaz, pero si la sensatez. Conviene
que conozcas algo más acerca de cada una de ellas con sus correspondientes
preguntas. Y aunque no tengas microscopio, no te fíes de un cuerpo que tiene
verruguitas en los genitales, heridas, llagas, bultos extraños, olores o
supuraciones varias; del mismo modo que no te comerías un pastel que huela a
rayos o que tenga el merengue verdusco. Esta precaución no es todo, pero ya es
ganancia.
Si alguna vez
resultas contagiado, tendrás que preguntarle al doctor desde cuando habita esa
enfermedad en ti, aunque no hayas dado cuenta ni tuvieras ningún signo (pueden
ser días, meses o años según sea el caso). Haz buena memoria de a cuentas
personas les transmitiste también el regalito; cada una de ellas ha podido a su
vez contagiar a otros tantos no estaría demás echarle valor y advertirles; no fue tu culpa pero si
es tu responsabilidad en estos momentos. Mejor aún si dibujas la posible red de
contagio; puede sorprenderte lo extenso del panorama.
FUENTE:
LIBRO: "Respuestas para vivir una sexualidad inteligente y segura"
AUTOR: Dra. Anabel Ochoa
EDITORIAL: Selector, S.A. de C.V.
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