viernes, 7 de agosto de 2015

El amor sano

Por: Dra. Anabel Ochoa
Si aplicáramos los mismos cuidados a nuestra sexualidad que al resto de la salud, no habría problema. Lo mismo que no comes cualquier cosa, que no bebes agua sucia, de “perdis”, de la misma manera si te sientes corto de vista vas al oculista, es decir, ponerle remedio. Tampoco te obsesiones, sé razonable. Aunque no tengas un microscopio, ni te fíes de un cuerpo que tiene verrugitas en los genitales, heridas, llagas, bultos extraños olores o supuraciones varias; del mismo modo que no te comerías un pastel que huela a rayos o que tenga el merengue verdusco. Esta precaución no lo es todo, pero ya es ganancia. Lo mismo en tu cuerpo, revísalo: todo lo que antes no estaba ahí y aparece ahora, es motivo de preocupación, más aún si desaparece por sí solo porque puede ser grave; este punto es fundamental, ya que la mayoría de las infecciones de transmisión sexual (ITS) son tan insidiosas que actúan en la sombra que en la superficie y, cuando las creas curada, es cuando más actúa en silencio: no se curan solas.

Si alguna vez resultas contagiado tendrás que preguntarle al doctor desde cuando habita esa enfermedad en ti, aunque no te hayas dado cuenta ni tuvieras antes ningún signo (pueden ser días, meses o años, según sea el caso). Has buena memoria de cuantas personas les transmitiste el regalito; cada una de ellas ha podido a su vez contagiar a otros tantos y no estaría demás echarle valor y advertirles; no fue tu culpa, pero sí tu responsabilidad en estos momentos.

No recurras a recetas de vecina ni a consejos de compadre. Hay muchas enfermedades que se parecen en los síntomas pero cuyo tratamiento es totalmente distinto y un desacierto te puede costar la vida. Sólo el médico es la persona capacitada para distinguir una de otra: el ginecólogo para las mujeres, el urólogo para los hombres, seas heterosexual, gay, bisexual, transgénero, da lo mismo; y en ambos casos preguntar por el tratamiento de la pareja para no recontagiarse. Aunque no sientas nada, debes acudir a una revisión una vez por año, incluido el papanicolao o colposcopía en el caso femenino. Recordar que los anticonceptivos no previenen contra enfermedades de transmisión sexual, tan sólo del embarazo.
El condón, sin embargo, es una barrera eficaz y ni siquiera en todas ellas, pero es lo mejor que tenemos. Recuerda que para estos padecimientos es un cuento de lo de que hay “grupos de riesgo” (gays, bisexuales, etc.), no te fíes, la única verdad es que existen prácticas de riesgo es esas las podemos acometer todos.

Cuantas más parejas sexuales tengas, más posibilidades habrá de contagio, por ello la fidelidad y la monogamia son más seguras; pero esto ha de ser por convicción o valores de pareja, no por miedo, porque entonces ¡Qué triste amor!.

Fuente: Revista Desnudarse, de la Dra. Anabel Ochoa

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