Por: Dra. Anabel Ochoa
Si aplicáramos
los mismos cuidados a nuestra sexualidad que al resto de la salud, no habría
problema. Lo mismo que no comes cualquier cosa, que no bebes agua sucia, de “perdis”,
de la misma manera si te sientes corto de vista vas al oculista, es decir,
ponerle remedio. Tampoco te obsesiones, sé razonable. Aunque no tengas un
microscopio, ni te fíes de un cuerpo que tiene verrugitas en los genitales,
heridas, llagas, bultos extraños olores o supuraciones varias; del mismo modo
que no te comerías un pastel que huela a rayos o que tenga el merengue
verdusco. Esta precaución no lo es todo, pero ya es ganancia. Lo mismo en tu
cuerpo, revísalo: todo lo que antes no estaba ahí y aparece ahora, es motivo de
preocupación, más aún si desaparece por sí solo porque puede ser grave; este
punto es fundamental, ya que la mayoría de las infecciones de transmisión
sexual (ITS) son tan insidiosas que actúan en la sombra que en la superficie y,
cuando las creas curada, es cuando más actúa en silencio: no se curan solas.
Si alguna
vez resultas contagiado tendrás que preguntarle al doctor desde cuando habita
esa enfermedad en ti, aunque no te hayas dado cuenta ni tuvieras antes ningún
signo (pueden ser días, meses o años, según sea el caso). Has buena memoria de
cuantas personas les transmitiste el regalito; cada una de ellas ha podido a su
vez contagiar a otros tantos y no estaría demás echarle valor y advertirles; no
fue tu culpa, pero sí tu responsabilidad en estos momentos.
No recurras
a recetas de vecina ni a consejos de compadre. Hay muchas enfermedades que se
parecen en los síntomas pero cuyo tratamiento es totalmente distinto y un
desacierto te puede costar la vida. Sólo el médico es la persona capacitada
para distinguir una de otra: el ginecólogo para las mujeres, el urólogo para
los hombres, seas heterosexual, gay, bisexual, transgénero, da lo mismo; y en
ambos casos preguntar por el tratamiento de la pareja para no recontagiarse. Aunque
no sientas nada, debes acudir a una revisión una vez por año, incluido el
papanicolao o colposcopía en el caso femenino. Recordar que los anticonceptivos
no previenen contra enfermedades de transmisión sexual, tan sólo del embarazo.
El condón,
sin embargo, es una barrera eficaz y ni siquiera en todas ellas, pero es lo
mejor que tenemos. Recuerda que para estos padecimientos es un cuento de lo de
que hay “grupos de riesgo” (gays, bisexuales, etc.), no te fíes, la única
verdad es que existen prácticas de riesgo es esas las podemos acometer todos.
Cuantas más
parejas sexuales tengas, más posibilidades habrá de contagio, por ello la
fidelidad y la monogamia son más seguras; pero esto ha de ser por convicción o
valores de pareja, no por miedo, porque entonces ¡Qué triste amor!.
Fuente: Revista Desnudarse, de la Dra. Anabel Ochoa
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