Por Dra. Anabel Ochoa
Cómo convencer a alguien taimadamente.
En el varón el impulso sexual, la hormona que puja por ser saciada en su
deseo, parece no pasar por muchos filtros ni detenerse en detalles acerca de cómo
conseguirlo. Pero esto es cultural y no sólo biológico. Alguien dijo—o todos
les dijeron— que él es “el rey del mambo” y no siempre hay más consideraciones
al respecto. Cuando siente la urgencia en la entrepierna empieza a desarrollar una
serie de estrategias para conseguirlo a como dé lugar, a cualquier precio. Pero
resulta que se encuentra con mujeres que fueron educadas para todo lo
contrario: para decir “no”, para protegerse del impulso de ellos, para cuidarse
del “todos quieren lo mismo”, etc. Por tanto, en él su ingenio —que no su
genio— se desarrolla socialmente para convencer a la dama prejuiciosa con
argumentos tan pueriles como: no pasa
nada, yo controlo, dame la prueba de amor, confía en mí o la puntita nada más.
Definitivamente este juego es burdo y vulgar entre los sexos y el
presente merece otra cosa mejor que esta escena de vodevil mal representada. Ni
el hombre tiene por qué inventar ni ella por qué temer, si ambos saben del proceso
que nos mueve. Hablar de lo que nos pasa, de lo que nos urge, de lo que nos
impulsa, puede llevar a soluciones placenteras para ambas partes en vez de
agredir o ser agredido en el sexo. Finalmente el erotismo es un privilegio del
género humano que pueden gozar él y ella honestamente, sin simular y sin miedo,
merecidamente ganado como premio de una evolución responsable.
Engañar para ir a la cama te deja solo al amanecer, es estúpido, es
masturbatorio con el agravante de que implicas a otra persona que tal vez se
duele del encuentro en vez de adorarte. Hay mejores maneras de frotar el cuerpo
siendo más honesto y con la excelente recompensa de ser amado en vez de vivir
en un engaño que al final te deja solo, ¿no crees?.
Fuente:
Libro "Mitos y realidades del sexo joven"
Autor: Dra. Anabel Ochoa
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