sábado, 15 de agosto de 2015

Sexo Joven. La Atracción: ¿Por qué me gusta lo que me gusta?

Por: Dra. Anabel Ochoa

Somos animales racionales, pero animales a fin de cuentas. Por más que nos empeñemos en pensar todo el rato, somos herederos de un instinto animal que busca su reivindicación a cualquier precio y se infiltra a manera de sentimiento en nuestros pensamientos. Lo animal no pretende precisamente el romanticismo, ni las cortinas, ni el microondas, ni canciones o anillos de compromiso, ni viajar juntos por el mundo. Lo animal se conforma con sobrevivir, pero en el sentido genético de toda la especie y no sólo en lo personal. Esto quiere decir que tenderá a reproducirse para que tus genes sobrevivan a tu muerte y seguir en cierto modo celularmente vivo. Y lo hará, instintivamente, con buenos especímenes de tus congéneres.
De modo que, más allá de quién es bello o bella según la moda, por encima de quién te conviene según tu padre o la vecina, a pesar de ello el impulso animal del varón sentirá inconscientemente atracción hacia los pechos generosos, las caderas amplias, el cuerpo sano y prometedor de una hembra que parezca capaz de gestar,  amamantar y soportar la tarea que lo impulsa.
Podríamos pensar que en las mujeres ocurre algo parecido, es decir que su instinto las llevaría hacia un varón musculoso, de dientes perfectos y cuerpo fuerte. Pero aquí las interferencias son más grandes. Mientras que el varón sigue preso del instinto primario hacia la hembra conveniente para que cueza físicamente a sus descendientes, sin embargo la mujer hace tiempo que sabe que de nada sirve la ostentación musculosa de gimnasio, sino más bien el dinero para mantener a sus hijos aunque sea un enclenque.
Inevitablemente en esta atracción operan sobre nosotros los prototipos culturales de lo “adecuado” que cada grupo destaca como valioso: la ropa, el estilo, el nivel social y/o cultural, la manera de ser, la expresión y sus modales; a su vez todo ello influido por el cine, la televisión, la prensa, como ideales que afectan al sistema general de elección de cada individuo, lo que llamamos “malinchistamente” sex appeal. Ella tal vez se sienta atraída por garantías distintas al aspecto físico, como el dinero por ejemplo. El macho que necesita como pareja ya no es un cazador que trae presas sino un trepador en la jungla de concreto que consigue cheques.
Hoy en día es muy dispareja la atracción entre los sexos. Ellos siguen viendo los atributos físicos de la hembra, mientras que ellas parecen buscar en el macho detalles como el auto y la chequera antes de fijarse si es calvo o barrigón. Pero de los inconvenientes de esta ceguera en ambos sentidos hablaremos más adelante en los temas de la pareja y de las feromonas.
De cualquier modo la atracción primera, lo que llamamos “química” tiene que ver con un saber del inconsciente del que ni siquiera sabemos en la conciencia. Esta fascinación procede de un gen de supervivencia de la especie que piensa más que nosotros mismos. Pero de plano no quiere decir que este olfato de atracción irresistible sea una garantía como humanos; si fuéramos fieras estaría solucionado y no tendría caso darle más vueltas. De seguro no necesita un cazador “tarzanesco” que le traiga venados a la puerta. Hay otras cosas que pretendemos al ser sofisticados, más allá de comer o reproducirse como consuelo frente a la muerte. Queremos insidiosamente: compañía, solidaridad, ternura, fraternidad, consuelo, apoyo, duración, fidelidad, compromiso, garantías, futuro, sueños, proyecto, etc. Por eso en el humano las cosas animales se complican, sin remedio, para bien y/o para mal. Ni modo que nos lamentemos.
En la juventud muy temprana es fácil que se presente el llamado “amor platónico” donde se idealiza a la persona amada sin pretensión sexual. Es el amor a distancia, a veces incluso sin haber tenido contacto con el otro o la otra, el amor puro, ideal, carente de vínculos corporales. Para empeorar el asunto, a la hora de buscar pareja emergen inevitablemente los traumas de la infancia, por exceso o por carencia, da lo mismo. La mujer enamorada de su padre a nivel simbólico tratará de reproducirlo y exigirle al otro que sea ése a cualquier precio: si lo tuvo porque lo tuvo y le falta; si le faltó porque no estaba; si lo odia porque lo rechaza; si lo anhela porque lo invoca a través de una pareja con descaro. El maldito complejo de Electra persigue a la mujer hasta sus últimas consecuencias.
El hombre no mejora las cosas en este sentido: la madre santa provoca buscar una esposa virgen para reproducir hijos y aparte una amante lúbrica para el placer; hasta que también convierte a ésta en madre y debe buscar una tercera, atrapado en un cordón umbilical que es incapaz de cortar; el complejo de Edipo nos habla del tabú del incesto y los problemas para resolverlo.

Cuidado con esto, o de otra manera sólo repetimos traumas y nos perdemos lo nuevo y el tiempo de observar al otro: el diferente y extraño que nos redime de la neurótica novela familiar, en vez de repetir la misma historia sin progreso alguno. 

Fuente:      "Mitos y realidades del sexo joven"
Autor:         Dra. Anabel Ochoa

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