viernes, 14 de agosto de 2015

Sexo joven: El ardor presexual, calenturientos antes de tiempo

Por Dra. Anabel Ochoa
Hay una época inicial y temprana en los jóvenes, hombres y mujeres, en la que naturalmente empiezan a circular las hormonas sexuales por la sangre y todo cambia. La niñez se despide del cuerpo y las formas anatómicas anuncian una metamorfosis tremenda. Aparecen pelos en las axilas y en el pubis, ralos, solitarios e inexplicables aún. El sudor se hace rancio y feroz. El rostro fabrica granos que atormentan la imagen que muta y muta sin permiso amenazando la autoestima. Un día crecen los brazos y queda la manga corta; mañana el pantalón y pareces un idiota con los jeans de la víspera. Luego el cuello, el perímetro de la cabeza, las facciones, incluso hasta desconocerte en un retrato. Cotidianamente eres un engendro desproporcionado, que cambia a pedazos sin advertencia previa. En verdad es tremendo. A ellas se les abultan los senos y amplía la cadera, les viene la regla con toda su parafernalia. A ellos se les engruesa la voz entre dramáticos “gallos” que los avergüenzan, se les oscurece y agranda el pene, amanecen erectos con frecuencia haciendo de la sábana una tienda de campaña, o sufren de una penosa polución nocturna. Aparece con fuerza el ardor por el otro, por la otra, por el sexo aunque sea en sus formas más inocentes. La misma niña que hasta la víspera despreciaba a los varones por brutos, resulta que ahora sueña de pronto con uno de ellos creyéndolo el “príncipe azul” de sus fantasías. 

El mismo niño que hasta la semana pasada se reía de las hembras por tontas y melindrosas, ahora sin embargo pierde su respiro por la fémina que lo enamora, pero no dice nada ni se atreve a acercarse. Un simple beso —o la posibilidad de darlo— hace hervir la sangre hasta sacar humo por la cabeza. El “faje” es un anhelo obsesivo, un reto para quien lo consigue por sus dotes precoces y donjuanescas.

Aquí la diferencia educacional de géneros es importante. Curiosamente la chava está condicionada para evitarlo porque le dijeron que no debe ser una “chica fácil”, que “todos quieren lo mismo”, como si no tuviera que ver con ella el sexo, como si sólo fuera un peligro, una demanda del otro que no promete nada a cambio en esta época: lo “cualitativo” es lo que importa en su educación femenina. El chavo —al contrario— está obligado a presumir de conquistas, a despreciar a las que “se dejan” y anotarlas “cuantitativamente” en una agenda viril que lo reivindique como válido entre los otros machos de la manada, condenado a disimular incluso el amor sensible para no perder puntos de varón en la batalla como parte de su educación masculina. En este momento es fácil que la sensación corporal nueva, inusitada, sorprendente, se mezcle con el “amor” del que tanto nos hablaron previamente.

Una caricia intensa, un placer con el cuerpo del otro, se confunde con aquella vieja pretensión humana de no estar solos y ser amados. No es raro identificar erróneamente las manos que propician este placer con la persona que conviene. La excitación se confunde con el portador del cuerpo que la procura. Es difícil distinguir y elegir en esta etapa. Aquí algo anda mal.

Resulta que eres joven, irresponsable e inmaduro, y por tanto te niegan la información sexual; sin embargo es el momento en que más falta te hace porque la inquietud por el sexo confunde tu vida, y nadie te apoya, no hay quien responda a tus dudas. La gente que te rodea está colgada de la historia de un mundo que no es éste, de una mentalidad repetida que no funciona en el presente.

Ya no es así y habrá que valorar, adecuar y entender otras cosas. No se vale recordar a cualquier precio mundos desaparecidos, sobre todo porque nos dejan fuera en este presente y nos llevan por delante “entre las patas”. Sólo te pido que en este rato no confundas lo fisiológico con lo lógico, el ardor con el amor, y este mensaje va especialmente dirigido a las mujeres que por su cultura de “guardarse” —sin saber exactamente qué están guardando—llegan a conclusiones tan erróneas como identificar la calentura con el amor. Un beso intenso en la boca las vuelve locas de pasión, y llegan a decir cosas como: estoy enamorada porque sentí algo tremendo. Amiga —¡con la pena!—esto lo siente el cuerpo sin más, aunque sea con el primer idiota que se cruza en tu vida, es natural; la pareja para amar y ser amado se decide más profundamente.

Puedes sentir excitación tremenda con el peor tipo del mundo que besa muy bien y hace circular tus hormonas, con el mago de la boca que, sin embargo, no te conviene para nada. El beso lo siente el cuerpo, con cualquiera tal vez; la pareja la decide la mente pensante sabiendo que la hormona excitada y placentera no es magia, es natural, y aquí no vale la firma del protagonista sino lo que tú elijas, y puedes hacerlo sin duda.

Lo ideal sería dedicar el tiempo de la adolescencia a probar, sentir, vivir como un degustador las almas y los cuerpos ajenos, sin compromiso de tener que adivinar y sin la amenaza de que el primer supuesto amado sea una elección definitiva para el resto de tu vida. En esta etapa a veces se deciden parejas precipitadamente y no aprovechamos el lujo que supone la adolescencia.

Tal vez tampoco podrás ser altamente promiscuo en este espacio —pero sobre todo en este tiempo— por varias razones que te enumero:

1) se pasaron los años sesenta del “amor libre” a cualquier precio;
2) existe el sida y varios cientos de otras enfermedades venéreas;
3) pero sobre todo no tienes en esta etapa la información suficiente para prevenir un embarazo no deseado, y eso sí que es un grave error.

No es culpa tuya. Si la sociedad te informara honestamente y a tiempo —antes de ahora por supuesto—, entonces de seguro que cambiaban las cosas.

De cualquier modo, después de aprovechar la adolescencia, viene la revisión de otras cuestiones entre ambos sexos que quedaron pendientes en la blanda sesera de la infancia y que te están condicionando. Repasa un poco...

Fuente: 
Libro:        "Mitos y Realidades del Sexo Joven"
AutorÑ      Dra. Anabel Ochoa

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