Por: Dra. Anabel Ochoa
Nos
quejamos de que la sexualidad juvenil sea incomprendida, y no me extraña. Hay
más razones para reclamar y con pleno derecho a la protesta. Mejor entendamos
los acontecimientos que nos preceden para sacar conclusiones. Aunque parezca
una broma, resulta que el sexo joven –tal y como lo concebimos ahora—no existía hasta
hace muy poco tiempo. Incluso en el presente los muchachos de Chiapas son
obligados a casarse a la edad de trece años, a formar una nueva familia y
sustentarla por sus propios medios, abandonando el hogar familiar como hijos
para ser padres de un plumazo sin intermedio alguno. Esto ocurre en muchas
sociedades ancestrales e incluso en nuestros antepasados hasta hace no tantos
años.
Para
cuando urgía la hormona sexual en el muchacho, para cuando aparecía por primera
vez el pene erecto y la cama como tienda de campaña, casi al día siguiente
amanecía el joven con una esposa en el lecho con la que podría satisfacer su
impulso y la lujuria a un tiempo. Lo mismo para ella, a raíz de la primera
regla la llamaban “mujer” aunque tuviera doce o trece años, la casaban con
alguien y la convertían en madre cambiando el muñeco por un niño de carne y
hueso.
La
adolescencia (de latín adolescere,
caminar hacia la madurez) es un lujo de las sociedades modernas que antes
no existía. Todos estaban obligados a pasar directamente de un niño a hombre,
de hijo a padre, o de niña a mujer y de hija a madre sin un periodo intermedio.
Literalmente la adolescencia –eso que incluimos en el concepto llamado
“juventud”—es un privilegio que te permite pasar tal vez hasta diez años entre
que “te anda” y te decides, un tiempo de prueba para el desarrollo como sujeto,
para estudiar y decidir, para elegir, para no precipitarte ni sentirte obligado
al compromiso, una moratoria, un amparo de la existencia, una tregua para
probar las mieles de la vida, para pensártelo de manera que no adquieras un rol
errático para sobrevivir, un regalo en definitiva.
Por lo
mismo, existe una sexualidad en este rato que nuestros antepasados no
contemplaban. El erotismo que detectas en tu persona dese que sientes el
impulso hasta que te decides y formas pareja. Las ganas, la masturbación, la
fantasía, el cuerpo que clama un cuelo pero que ni sabe sin que está dispuesto
a comprometerse con nada. Habrá que pensar en esto, habrá que dar salida a este
impulso de manera coherente. Par algunos será con la masturbación porque no hay
otra. También el “faje” calenturiento que lo deja a él con un “dolor de huevos”
tremendo por pretender y no consumar, y a ella con miedo eterno a perder
“aquello” que le siguen diciendo que vale mucho, o temor a quedar embarazada
porque de información no tiene nada: en esta época es frecuente el llamado
petting (de la voz inglesa pet, acaricia), es decir, la manipulación de los
órganos sexuales o zonas erógenas del compañero o la compañera sexual evitando
el coito, y que incluso puede conducir al orgasmo.
No
faltarán quienes tengan relaciones sexuales tempranas y que precipitadas, que
deberían de ser honestas y claras, en vez de promisorias de argollas y pactos
que no pueden existir de momento. Para un último grupo la solución para tamaño
desasosiego es la castidad y la sublimación, trasladando esa energía a otras
tareas, ¿Por qué no? Pero definitivamente hay que atender un sexo joven que
antes no existía y parecía resuelto por la propia estructura familiar que ahora
se atrasa y clama por respuestas. Por tanto aparece la sexualidad juvenil como
un periodo reciente en nuestra historia nuevo a
falta de teorías que lo expliquen y lo justifiquen.
Antaño era
correcto decir que conservaras la castidad porque de inmediato ibas a tener una
pareja donde albergar carnalmente tus ansias. Ahora el tiempo se dilata y no
sirve el mismo argumento, no podemos ignorarlo y ser autistas frente a este
cambio de circunstancias. No le puedes decir a un joven que no fornique y que
además no se toque; que no aborte y que no use condón…¿De qué situación estamos
hablando?. ¿De qué contradicción?, ´¿De qué callejón sin salida para que te
vuelvas loco diciendo que ni sí ni no, sino todo lo contrario? Que no nos tomen
por tontos. Pedir congruencia no es demasiado, y contra nadie atenta si te
asiste la razón para resolver este enigma que no es tal. Con razón o sin ella,
finalmente nadie hará caso en semejantes pretensiones inhumanas. Con culpa o
sin ella el joven habitará el sexo, se tocará, tendrá suerte o abortará,
destruirá sus planes de futuro con un hijo no deseado o lo abandonará en la
calle, y muy fácilmente contraerá cualquier enfermedad que le puede incluso
costar la vida. Todo por falta de información, por silencio cínico, por
analfabetismo de los pretendidos custodios de la moral que niegan la evidencia
humana, ciegos y sordos en vez de afrontar las cosas y asumir mirando a los
ojos como corresponde a la nobleza humana. Se pueden hacer mejor las cosas
escapando del silencio que nos está matando. Es hora de dialogar.
Fuente:
Libro: "Mitos y Realidades del sexo joven"
Libro: "Mitos y Realidades del sexo joven"
Autora: Dra. Anabel Ochoa
Editorial: Aguilar
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