Por: Soy Homosensual
El camino recorrido por la bisexualidad es una trayectoria
larga donde se ha dibujado y establecido como un concepto teórico y sobre todo,
como una realidad sociocultural permanente.
Todos hemos escuchado al menos a una persona asegurando que
su orientación sexual es esa, la de sentir atracción física y/o afectiva por
personas del sexo opuesto y al mismo tiempo por personas de su mismo sexo. Sin
embargo, en la inclusión social las discrepancias del comportamiento de los
grupos hacia la bisexualidad son tan variables y distintas como la vida misma.
El mundo en el que vivimos se establece como un mundo dual,
polar. Esa polaridad ha constituido el conjunto de normas de convivencia y ha
trascendido entornos que van desde la religión hasta la individualidad, pasando
por la literatura, las relaciones interpersonales y las características normativas
de la sociedad actual. ¿Qué es esto?, el mundo es bueno o malo, eres hombre o
mujer, eres racional o visceral. De la misma manera las características
conductuales recaen en lo que ahora nombraremos como dicotomía, donde se parte
de la bondad y la maldad. Aquí una cosa está bien y la otra está mal. El amor
es bueno, el sexo es malo, lo masculino tiene un valor agregado, lo femenino
no, el espíritu es sublime y puro, el cuerpo es terrenal y se corrompe. Y en
esta visión soslayada y limitada se establecería que la heterosexualidad es
buena, aceptable y así, todo comportamiento homosexual es totalmente lo
contrario. Razonamientos con poco sentido en un entorno actual pero que deben
entenderse y el origen básico debe ser claro. Porque lo que no se nombra, no
existe.
Y en ese sentido, la bisexualidad es una fractura al sistema
dual. Es un cuestionamiento no sólo de capacidades afectivas o de atracción,
sino de una estructura completa. Donde se transita del blanco y negro a la
escala de grises. Donde se rompe la línea de aquello que es malo o bueno y
donde sobre todo, la dualidad afectivo/sexual se tensa hasta convertir la línea
en círculo. La eterna lucha entre los conceptos sexo y amor es pulida y llevada
a un espacio en el que dejan de ser rincones opuestos y se establecen de una
manera mucho más cordial. “Te amo por lo que me haces sentir, no porque seas
hombre o mujer”, “me atrae de ti la persona que eres, tu identidad de género me
es indiferente para amarte”.
Entonces se proponen características de influencia en el pensamiento
social que son inherentes a la bisexualidad dentro de un pensamiento
postmoderno:
Adiós a la dualidad: Establece la capacidad de entender al
mundo como una gama de colores y texturas complejas y distintas, donde no hay
dicotomías, donde se habla de una sociedad plural, diversa. Múltiple.
Rompe el canon de respeto: Propone cuestionar lo escrito, lo
hablado. Se pone en tela de juicio la percepción de la historia, de la
literatura, de la mente y el orden de pensamiento. Se formulan dudas y se hacen
preguntas que repercuten en nuestro entendimiento social y cultural.
El valor de la palabra: El lenguaje define a la sociedad. La
manera en que esta sociedad se expresa, la forma en que sus códigos de
comunicación se establecen moldean la estructura que le permite posicionarse
como una sociedad específica e individual. La bisexualidad es un término del
que derivan cruces de información lingüística distintos a los establecidos y
estas nuevas maneras de procesar y entender al lenguaje reestructuran el
pensamiento y las emociones.
Es pro-relativismo: El pensamiento postmoderno tiene como
base que no existen las verdades absolutas. La bisexualidad finalmente es una
grieta en esas verdades establecidas. Demuestra que somos entes con acceso
limitado a la realidad y por lo tanto esa realidad será siempre relativa.
Al
final entendemos a la dicotomía como una verdad fallida, que buscó insertarse
como eficiente y natural pero que expiró incluso antes de ser formulada
conceptualmente.
Fuente: www.soyhomosensual.com
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