Por: Dra. Anabel Ochoa
Aquí la diferencia cultural es
importante. Un chavo gringo que no intente vivir por su cuenta tras los 18 años,
puede ser llevado al psiquiatra porque los padres piensan que le pasa algo, que
no tiene autoestima ni es capaz de ser independiente. Paralelamente, un chavo mexicano
que intente vivir por su cuenta a la misma edad, puede ser carne de diván
porque la familia piensa que algo falla, que está loco y no quiere vivir con
ellos. Pero simultáneamente un joven indígena que no tome esposa antes de los
quince años será culpable de tarado. Todo es relativo, y más extremo aún en el
caso de las mujeres, liberadas en Europa y dependientes entre nosotros, mucho
más cuanto menos citadinas.
En general a los padres les
asusta que un hijo se rebele, que se oponga, que cuestione, que difiera o
enfrente lo que le dijeron en casa. Yo diría, más bien al contrario, que me
preocuparía tremendamente que un hijo no lo haga, que sea lelo y obedezca a todo
sin cuestionar nada.
La humanidad cambia y progresa
gracias a esto, gracias a revisar lo aprendido y buscar nuevas rutas, gracias a
la insatisfacción de la inteligencia que devora vías no penetradas, jamás con
el conformismo sin cuestionamientos. Es una certeza evolutiva. En la
adolescencia el “yo” del joven tiende a expandirse de manera subjetiva, desde
los sentimientos magnificados, y en este momento sus anhelos de libertad chocan
con la realidad del ambiente.
Pretender que el joven no se
rebele es una indecencia a 54 todas luces por parte de los ancestros. Le estás
vendiendo como valores una moral que ni siquiera respetas ni cumples, espuma en
la boca. Muchas veces le hablas de fidelidad “poniendo los cuernos”, de
honradez robando, de rectitud con un historial del todo chueco. ¿Lo tomas por
tonto acaso? Pero ni siquiera esto es lo importante. Lo que de verdad pesa —y
es necesario saber— es que el joven está ahí no para obedecerte y ser tu clon
repetido, no para ser lo mismo que tú o lo que tú nunca fuiste, me da lo mismo.
Él o ella están ahí para ser ellos, y no hay derecho a exigirles que no lo
sean.
Pretender lo contrario es inmoral, indecente, narcisista, ególatra,
enfermizo, digno de ser tratado en un hospital psiquiátrico en vez de acusar de
tu trauma a las fallas del hijo que usurpas como si fuera sólo tuyo por haberlo
concebido. Un hijo que nunca se rebele contra los dogmas de sus ancestros sin
aportar nada por su cuenta, ese sí está enfermo y precisa ayuda; el otro no, el
innovador es sano como la vida misma que muta y cambia, aunque no te guste. Por
lo mismo, es el momento de dar apoyo como familia sin pecar de “metiches”; es
preciso estar discretamente al lado, garantizarle que sea quien sea tú lo amas,
siempre con un ojo abierto; no es el momento de abandonarlo, en esta etapa el
amor es más necesario que nunca.
Fuente:
Libro: "Mitos y realidades del sexo joven"
Autor: Dra. Anabel Ochoa
No hay comentarios.:
Publicar un comentario