Por la Dra. Anabel Ochoa
Una persona que se excita
sexualmente al contemplar un objeto, con una especie de ilusión erótica. Con
razón, la palabra “fetichismo” deriva del fuctictus – ficticio, artificioso. Se
da en hombres heterosexuales y homosexuales de la misma manera. El fetichismo
se considera enfermizo cuando sustituyes totalmente al amante por el objeto
(por ejemplo, alguien que se relaciona con una zapatilla de tacón en vez de con
una dama sobre tacones), y cuando sólo así se logra el placer sexual. Aquí el
objeto sustituye a los genitales y se torna indispensable para producir el
orgasmo. Pero realmente, algo de eso tenemos todos.
La moda es una forma de fetichismo,
los tatuajes, el pearcing (perforación), los adornos en el cuerpo, las pieles,
las joyas, las medias, las botas, los guantes; la lencería. Para Freud el
fetichismo se origina en la infancia del varón, cuando ante el susto de que la
mamá no tenga pene (creyendo que se lo han cortado), fija su deseo sexual en
cualquier otra lugar en que no le de terror (“angustia de castración”), por
miedo a que se lo corten a él). Desde luego los objetos eróticos más frecuentes
del fetichista tienen que ver con lo cercano: Zapatos (llamado retifismo,
cuando lo describe el francés Rétif, ene l S XVIII), ligueros, medias, etc.
El fetiche sería así un lugar
tranquilizante para distraer la mirada masculina, una fijación que elude el
trauma y permite gozar del sexo sin miedo a ser castrado, así sólo el hombre
sería realmente fetichista; y la mujer teóricamente no (le basta con el fetiche
del falo y no siente angustia sino premio). Ella estará permanentemente de
distraer la mirada de él, con aretes, pulseras, cirugía mamaría o el wonderbrá,
maquillaje, escotes, adornos de tilichero, moños de cabello, labios carnosos,
uñas de fiera, piernotas, traseros respingones, etc., Lo cierto es que las
primeras revistas de desnudo integral femenino que salieron al mercado fueron
un fracaso; y descubrieron que adornando a la encuerada con telas, tules,
bisutería o plumas, funcionaban mucho mejor que excitantes. Lo mismo ocurre en
las playas nudistas donde la gente encuerada, sin señuelos, es todo menos
erótica. Resulta evidente por ejemplo que la mujer liberada, la independiente,
la feminista heterosexual o la lesbiana, en general deprecian de alguna manera
esa manía de cargarse de máscaras y abalorios para seducir a los hombres porque
ven en ello una forma de sometimiento. También es evidente que los hombres del
presente, cada vez se feminizan más en el sentido de usar fetiches porque el
falo del macho parece no ser suficiente para convencer: Aretes, cosmética,
coletas…La clásica corbata es una manera de señalar “tengo falo" con un
fetiche. El bigote, símbolo de masculinidad que sin embargo convierte su boca
en una vulva.
El mundo gay gusta particularmente
de crear una estética propia de fetiche: Los angelotes, lo religioso
ornamental, el kischt (mal gusto
intencionado), el leather (prendas de
cuero), hasta el delirio de las drag-queens
(trasvestis extremos). En la escenografía sadomasoquista, por ejemplo, hay más
de fetichismo que de violencia. Es muy evidente en los travestis; tanto
homosexuales como maridos ejemplares, que se ponen el interior de seda y las
pantimedias a escondidas. Hay fetiches colectivos en todas la culturas: El pie
de las japonesas vendado como un muñón (“pie de loto”), las axilas depiladas de
una argentina o las peludas de una parisina, el velo de una árabe, el baby-doll de una neoyorkina, la peluca
de Maria Antonieta, el brasier de una italiana, la tanga de una brasileña o el
hábito de una monja austriaca. Aquí se perfora las orejas a las niñas, en la
India la nariz. Las culturas tienden a legitimar esta pasión colectiva, y
acuerdan unos fetiches mientras que prohíben o marginan otros. Hay devotos de
los uniformes que simbolizan el poder, el padre, la ley como una forma infantil
de ponerse a salvo. No faltan en el fetichista patológico los sentimientos de
culpa, y a veces de inferioridad sexual. En ocasiones se trata de una parte no
genital del cuerpo (“parcialismo”): Pechos, nalgas, piernas, vello, etc., Pero
también de olores que se recuerdan de la infancia, colores, sabores, un brillo
especial en la nariz o el hoyuelo en la barba. Hay quienes se fascinan con el
vello corporal (axilas, pecho, piernas, pubis). Existen fetichistas de los
maniquíes artificiales, de los muñecos y las estatuas (pigmalionismo, basado en
lo mitológico Pigmalión, Rey de Chipre, que se enamoró de una estatua que él
mismo había esculpido).
Un fetichismo bien llevado
utilizará los símbolos como complemento y en lugar de una relación, porque no
se evoluciona platicando con un zapato. Lo exclusivo embota la capacidad de relacionarse
con otras personas, y se sufre la desadaptación personal y emocional, por lo
que requiere terapia psicológica. El terapeuta ha de ser un especializado,
porque eliminar a la ligera la única de forma de satisfacción de un individuo
puede acarrear depresiones graves. De cualquier modo ya no se habla de un
concepto de castigador como “perversión” o “aberración”, decimos que se trata
de “parafilias” (pasión paralela).
Nota adicional: Todos de alguna
manera somos fetichistas, si nos ponemos analizar cuidadosamente, porque hay
ciertas cosas descritas anteriormente que puede excitarnos, sin embargo en todo
esto, lo más recomendable es establecer un equilibrio emocional, y no permitir
que el objeto o la cosa que nos estimula, llegue a ocupar por completo el lugar
del compañero (a) sexual. Si consideras que estás al extremo en lo que a
fetichismo se refiere, lo más convenientes es que busques ayuda profesional
para superar el problema y tener un mejor disfrute de tu sexualidad.
Recientemente tuvimos conocimiento del caso de un joven fetichista que es un
asiduo a las prendas íntimas femeninas usadas (calzones), pero esto se salió de
límites, cuando, se brincaba por las noches,
la barda, a los solares de las vecinas para hurtar las prendas colgadas
en el tendedero, y fue descubierto; posteriormente los reclamos y la exhibición
ante los demás, para avergonzarlo, es lo que causa más daño…con amenazas para
seguir con un proceso legal por robo…Por lo que se recomienda practicarlo sin tener que
exponerse ni causar daños a terceros o a la propiedad ajena, en que pongas en
riesgo inclusive tu reputación social o enfrentar un proceso legal.
FUENTE:
Libro “Respuestas
para vivir una sexualidad inteligente y segura”.
Editorial: Selector
S.A. de C.V
Año de edición: 1998
Autor: Dra.
Anabel Ochoa
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