lunes, 4 de mayo de 2015

¿Qué es un fetichista?

Por la Dra. Anabel Ochoa

Una persona que se excita sexualmente al contemplar un objeto, con una especie de ilusión erótica. Con razón, la palabra “fetichismo” deriva del fuctictus – ficticio, artificioso. Se da en hombres heterosexuales y homosexuales de la misma manera. El fetichismo se considera enfermizo cuando sustituyes totalmente al amante por el objeto (por ejemplo, alguien que se relaciona con una zapatilla de tacón en vez de con una dama sobre tacones), y cuando sólo así se logra el placer sexual. Aquí el objeto sustituye a los genitales y se torna indispensable para producir el orgasmo. Pero realmente, algo de eso tenemos todos.

La moda es una forma de fetichismo, los tatuajes, el pearcing (perforación), los adornos en el cuerpo, las pieles, las joyas, las medias, las botas, los guantes; la lencería. Para Freud el fetichismo se origina en la infancia del varón, cuando ante el susto de que la mamá no tenga pene (creyendo que se lo han cortado), fija su deseo sexual en cualquier otra lugar en que no le de terror (“angustia de castración”), por miedo a que se lo corten a él). Desde luego los objetos eróticos más frecuentes del fetichista tienen que ver con lo cercano: Zapatos (llamado retifismo, cuando lo describe el francés Rétif, ene l S XVIII), ligueros, medias, etc.

El fetiche sería así un lugar tranquilizante para distraer la mirada masculina, una fijación que elude el trauma y permite gozar del sexo sin miedo a ser castrado, así sólo el hombre sería realmente fetichista; y la mujer teóricamente no (le basta con el fetiche del falo y no siente angustia sino premio). Ella estará permanentemente de distraer la mirada de él, con aretes, pulseras, cirugía mamaría o el wonderbrá, maquillaje, escotes, adornos de tilichero, moños de cabello, labios carnosos, uñas de fiera, piernotas, traseros respingones, etc., Lo cierto es que las primeras revistas de desnudo integral femenino que salieron al mercado fueron un fracaso; y descubrieron que adornando a la encuerada con telas, tules, bisutería o plumas, funcionaban mucho mejor que excitantes. Lo mismo ocurre en las playas nudistas donde la gente encuerada, sin señuelos, es todo menos erótica. Resulta evidente por ejemplo que la mujer liberada, la independiente, la feminista heterosexual o la lesbiana, en general deprecian de alguna manera esa manía de cargarse de máscaras y abalorios para seducir a los hombres porque ven en ello una forma de sometimiento. También es evidente que los hombres del presente, cada vez se feminizan más en el sentido de usar fetiches porque el falo del macho parece no ser suficiente para convencer: Aretes, cosmética, coletas…La clásica corbata es una manera de señalar “tengo falo" con un fetiche. El bigote, símbolo de masculinidad que sin embargo convierte su boca en una vulva.

El mundo gay gusta particularmente de crear una estética propia de fetiche: Los angelotes, lo religioso ornamental, el kischt (mal gusto intencionado), el leather (prendas de cuero), hasta el delirio de las drag-queens (trasvestis extremos). En la escenografía sadomasoquista, por ejemplo, hay más de fetichismo que de violencia. Es muy evidente en los travestis; tanto homosexuales como maridos ejemplares, que se ponen el interior de seda y las pantimedias a escondidas. Hay fetiches colectivos en todas la culturas: El pie de las japonesas vendado como un muñón (“pie de loto”), las axilas depiladas de una argentina o las peludas de una parisina, el velo de una árabe, el baby-doll de una neoyorkina, la peluca de Maria Antonieta, el brasier de una italiana, la tanga de una brasileña o el hábito de una monja austriaca. Aquí se perfora las orejas a las niñas, en la India la nariz. Las culturas tienden a legitimar esta pasión colectiva, y acuerdan unos fetiches mientras que prohíben o marginan otros. Hay devotos de los uniformes que simbolizan el poder, el padre, la ley como una forma infantil de ponerse a salvo. No faltan en el fetichista patológico los sentimientos de culpa, y a veces de inferioridad sexual. En ocasiones se trata de una parte no genital del cuerpo (“parcialismo”): Pechos, nalgas, piernas, vello, etc., Pero también de olores que se recuerdan de la infancia, colores, sabores, un brillo especial en la nariz o el hoyuelo en la barba. Hay quienes se fascinan con el vello corporal (axilas, pecho, piernas, pubis). Existen fetichistas de los maniquíes artificiales, de los muñecos y las estatuas (pigmalionismo, basado en lo mitológico Pigmalión, Rey de Chipre, que se enamoró de una estatua que él mismo había esculpido).

Un fetichismo bien llevado utilizará los símbolos como complemento y en lugar de una relación, porque no se evoluciona platicando con un zapato. Lo exclusivo embota la capacidad de relacionarse con otras personas, y se sufre la desadaptación personal y emocional, por lo que requiere terapia psicológica. El terapeuta ha de ser un especializado, porque eliminar a la ligera la única de forma de satisfacción de un individuo puede acarrear depresiones graves. De cualquier modo ya no se habla de un concepto de castigador como “perversión” o “aberración”, decimos que se trata de “parafilias” (pasión paralela).

Nota adicional: Todos de alguna manera somos fetichistas, si nos ponemos analizar cuidadosamente, porque hay ciertas cosas descritas anteriormente que puede excitarnos, sin embargo en todo esto, lo más recomendable es establecer un equilibrio emocional, y no permitir que el objeto o la cosa que nos estimula, llegue a ocupar por completo el lugar del compañero (a) sexual. Si consideras que estás al extremo en lo que a fetichismo se refiere, lo más convenientes es que busques ayuda profesional para superar el problema y tener un mejor disfrute de tu sexualidad. Recientemente tuvimos conocimiento del caso de un joven fetichista que es un asiduo a las prendas íntimas femeninas usadas (calzones), pero esto se salió de límites, cuando, se brincaba por las noches,  la barda, a los solares de las vecinas para hurtar las prendas colgadas en el tendedero, y fue descubierto; posteriormente los reclamos y la exhibición ante los demás, para avergonzarlo, es lo que causa más daño…con amenazas para seguir con un proceso legal por robo…Por lo que se recomienda practicarlo sin tener que exponerse ni causar daños a terceros o a la propiedad ajena, en que pongas en riesgo inclusive tu reputación social o enfrentar un proceso legal.


FUENTE:
Libro                   “Respuestas para vivir una sexualidad inteligente y segura”. 
Editorial:              Selector S.A. de C.V
Año de edición:    1998

Autor:                   Dra. Anabel Ochoa

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