Por la Dra. Anabel Ochoa
No sirves ¿Para qué?. La virginidad era un requisito necesario en las
culturas antiguas. Antes de que existieran los anticonceptivos, la sexualidad
de una mujer era idéntica a su maternidad, no eran cosas separadas. De modo que
el hombre tenía una sexualidad libre, y la mujer un sexo sólo reproductivo. Ser
virgen significaba que no te casaras con una mujer embarazada del vecino, y que
un bastardo heredara tus tierras. Ya ves que las morales a veces no son tales,
que se trata en lo último –como siempre—de asuntos económicos. Pero las cosas
han cambiado.
La mujer por fin y merecidamente es un ser de pleno derecho y vive una
sexualidad gozosa y otra reproductiva. Si la experiencia es algo que se cotiza
en la sociedad ( un empleado con experiencia, una persona con experiencia),
habrá de ser lo mismo para hombres y para mujeres. Una mujer con experiencia
valdrá lo mismo que un hombre con experiencia, no menos; o en todo caso que
sean los dos quintitos y luego hablamos, no se vale medir con distinta regla.
Una mujer que haya tenido
un compañero sexual no es menos; no es un carro estrenado, no es un refresco
con el sello de garantía roto. Es una persona, como el hombre. Si no se quedó
con el primero, mejor te enorgulleces como varón de ser el último. Los primeros
llevan a veces cuernos, el último es la verdad, y si conoció antes a otro,
mejor para ti porque más vales , comparado ¿De Acuerdo?. O si piensas de otro
modo cambiamos de normas de lo bueno, pero para todos. Ello no impide que seas
completamente libre para reservar tu iniciación sexual al momento adecuado de
tu vida, libre y responsable, no hay prisa. Es curioso que las culturas con educación sexual desde la infancia inicien su vida sexual
más tarde, no antes. Esto último sólo ocurre con la ignorancia, que te obliga a
madurar antes de tiempo.
FUENTE: Revista Desnudarse de la Dra. Anabel Ochoa.
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