Por Dra. Anabel Ochoa
Otro cuento. Resulta que en Europa las mujeres usan tampones en su
vagina para absorber la sangre menstrual desde hace más de treinta años,
desechando las toallas clásicas. Ellas no están más enfermas sino más sanas, no
nos engañemos. Ellas no experimentan con lo inseguro, sólo en el tercer mundo
ocurre esto. Ellas no viven menos años que nosotras sino más, mucho más. Aquí
resulta que los tampones femeninos para la menstruación son como una especie de
monstruo, tímido y escondido en los estantes ocultos de las farmacias para
cuatro niñas ricas y enteradas. Les conviene más vender las toallitas en sus
mil variedades que no venden en el Primer Mundo. Por si querían rebelarse, el
mercado hizo de las suyas. Enseguida corrió la voz de que los tampones son
peligrosísimos, que están hechos de fibra de asbesto y producen cáncer. Pues
bien, una investigación de la PROFECO mexicana demuestra que los tampones no
tienen ni una sola fibra de asbesto, que están hechos a base de algodón y
rayón, mismo material que es empleado para las gasas absorbentes en las heridas
quirúrgicas. Para blanquearlos se emplea cloro libre, con lo cual no presentan
tampoco la famosa dioxina que es otra sustancia cancerígena en cuestión. Por
supuesto hay posibilidades de alergia personal, como en todo, presentes en una
mínima cantidad de sujetos a multitud de sustancias y advertidas en el propio
instructivo de los tampones.
Fuente: Revista Desnudarse de la Dra. Anabel Ochoa
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