Por Dra. Anabel Ochoa
Alicia,
19 años, ama de casa, Puebla, Pue.
Aunque
soy muy joven ya estoy casada. La relación es buena de día pero no de noche, y
creo que es por mi culpa. Él es un buen hombre, atento y cariñoso, y la verdad
que sólo vive para atenderme, muy amoroso. Pero se enoja cada vez más porque no
me atrevo a quedarme totalmente desnuda en su presencia. La verdad que estoy un
poco gordita, que mis senos son demasiado grandes y que tengo llantitas
por todas partes. Pero además mi marido quiere besar mi cuerpo entero, incluso
“ahí”, y eso sí que me parece terrible. Él dice que no sólo quiere penetrarme,
sino besarme y jugar conmigo, quiere ver incluso mis partes íntimas con
detalle. Eso, doctora, me parece terrible. El cuerpo de los hombres me parece
normal, pero no el de las mujeres. Pienso que tenemos ahí una cosa muy fea,
espantosa, y yo no quiero que me deje de querer cuando lo vea, es como si lo
estuviera que esconder. Mi educación fue muy conservadora y quisiera
complacerlo, pero en verdad no puedo ni creo que podré jamás. Imagino que de
seguir así acabará buscándose a otra y que le dé todo esto ¿Qué puedo hacer?
¿Estoy yo mal o lo está él? ¿No será un enfermo? Sólo confío en su consejo,
doctora, y prometo hacer lo que usted me diga porque es una persona honesta y
conocedora, que trabaja defendiendo a las mujeres y sobre todo con la verdad.
La Dra. Anabel Ochoa respondió...
La
educación tradicional servía muy buena para un mundo que no es éste.
Independientemente de cómo nos educaron en la infancia en que éramos
desvalidos, llega un momento en que para ser válidos nos toca revisar
personalmente todos esos valores y decidir cuáles de ellos son nuestros
personalmente (no de los padres) y cuáles no, cuáles sirven para vivir en el
presente y cuáles son caducos o incluso perniciosos. Todo parece indicar que
tienes una buena pareja y no es un sátiro, que no te está proponiendo perversiones
monstruosas o dañinas sino amor de pareja, erotismo lícito y conocimiento
mutuo. Pero, Alicia, no se trata de que le des gusto sino de que crezcas
personalmente como mujer adulta y dueña
de sí misma para sentirte bien tú, y luego en pareja, no antes. Lo primero,
olvídate de los prototipos femeninos que nos venden las revistas y los medios,
ésas mujeres escuálidas, incluso anémicas y artificiales que parecen obligarte
a ser otra.
No tienes
que ser otra, tienes que ser tú, y así te ama. ¿Acaso no se enteró él hasta
ahora de que eres gordita? ¿Crees que es un tonto y te alucina flaca al
quitarte la ropa?, pues no, mi vida, para nada. Tus llantitas no son un defecto
sino parte de tu estuche, de tu cuerpo que él ama, al amar a tu persona; algún
día las podrás desaparecer por salud o
por gusto personal, pero no como deuda para con nadie. No te sientas menos,
siéntete más por ser amada, porque esto en sí mismo es un privilegio, y hay
millones de flacas en el mundo –famosas incluso—que lloran de desesperación de
estar a solas. Pero vamos más allá, los genitales de la mujer: La vulva no es
fea, es que nunca la vimos. Quiero que la veas tú antes de que te sientas
violentada por el hecho de mostrársela al otro. ¿Te atreviste alguna vez a
verla a detalle? Lo dudo. Cuando estés a solas siéntate frente a un espejo con
las piernas abiertas, no una vez, sino muchas veces. De seguro que empleas
mucho tiempo en mirar tu rostro al espejo, el cutis, las pestañas, las cejas,
las arruguitas, la hidratación. Los granitos, el maquillaje…y de la carita
chiquita del amor ¿Qué?. Familiarízate con esa parte de tu cuerpo divina.
Observa su color de rosa de joven y de violeta en adelante, su textura
delicada, sus labios menores y mayores como construcción perfecta, el clítoris prodigioso,
el orificio de la vagina, tócalo todo porque es tuyo, sin temor alguno, sin
permiso de nadie, más que de ti misma. Hazlo de la misma manera curiosa e
inocente que si vieras tu oreja por primera vez y te dieras un susto ¿Quién
dijo que un pene es bonito o normal? Pues la mera verdad tiene carita de haba,
jeta de tonto, y además tiene un agujero en la cabeza ¿O no? Pero fíjate, que
la cultura nos acostumbró que lo masculino esté bien, a que sea normal tenga la
forma o la actitud que tenga, y a que en cambio lo femenino siempre esté mal
portado o sea feo. No te dejes, no es cierto y es injusto.
Date tu
lugar porque lo mereces como ser humano, y además porque puedes, porque eres
amada, adorada y estas desaprovechando una oportunidad preciosa. No se trata
exactamente de cumplir con las expectativas del otro para darle gusto, sino de
completar tu cuerpo y tu persona para que lo habites con orgullo, sin vergüenza
alguna, porque existir es un privilegio y es como para cantarle a la vida.
Después de esto, lo demás va sólo. Pero hazlo cuanto antes. La tarea de
aprender a vivir nunca termina, es continua, y casarse no es una meta sino el
inicio de una andadura ¡Manos a la obra!.
Fuente: Revista Desnudarse de la Dra. Anabel Ochoa.
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